28. Lazos

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—Carajo... —masculló Akhliss con los dientes apretados, llevándose una mano a la cabeza. Respiró hondo y, al exhalar, emanó un repentino aire amenazador. Volteó hacia Khaius con el ceño fruncido—. ¿Puedes ir y romperle la otra ala para que regrese?

Khaius parpadeó y negó rápidamente con la cabeza.

Azazziel, que se hallaba un poco más lejos de los otros dos, tenía los brazos cruzados sobre el pecho, los labios apretados y la vista severa, fija en algún sitio a lo lejos. No era necesario reparar en la línea que se marcaba en su entrecejo para notar su molestia.

—Es una terrible idea —insistió Akhliss, cruzándose de brazos también, con un disgusto palpable en el rostro—. ¿En qué está pensando? ¿Es que Levi le reinició el cerebro de tantos golpes?

—Tal vez Amediel solo tiene la intención de ayudar. Si él cree que ese otro ángel le podría facilitar información valiosa...

Azazziel no terminó de escuchar la opinión de Khaius. Emitió un bajo resoplido, giró sobre sus talones y, sin decir nada, empezó a alejarse.

Khaius miró a Akhliss con el ceño hundido por la consternación, pero ella se limitó a torcer el gesto y negar en silencio. A continuación, le dio un golpe en la nuca con una mano.

Apresuré el paso para alcanzar a Azazziel, que se dirigía al jardín delantero. Oí los pasos de los demonios detrás de mí.

—¿Qué harás? —inquirí con prisa, sin ocultar el rastro de inquietud en mi tono.

—¿Qué crees qué haré? —replicó de mala gana, sin siquiera volverse.

Llegó hasta el pórtico, donde lo había visto apenas minutos atrás, y se acomodó hasta apoyar la espalda en la pared para luego dejarse caer al suelo. Acercó las piernas a su torso y las rodeó con los brazos. Cerró los ojos y, con los labios apretados, respiró tan hondo que su pecho se hinchó. La arruga en su entrecejo se hizo más notoria.

—¡No te eches! —le reclamó Akhliss—. ¡Vamos a buscar a ese ángel imbécil!

—Si quieres ir por él, hazlo. —Azazziel apretó más la mandíbula, aún con los párpados juntos—. Yo no lo haré. Lo que sucede aquí es que a ese idiota le asustó la batalla de ayer y fue por ayuda, como el cobarde que es.

—Traerá más ángeles aquí —rebatió Akhliss, arrastrando un tono de advertencia y alarma.

—No es así —intervine, tratando de mantener una inflexión moderada—. Escuchen, sé que sospechan de él, pero Amediel cree en su hermano para descubrir si es que él tiene algún conocimiento en todo esto. Si no pueden confiar en él, háganlo en mí.

—Está pensando en lo que podría ayudar —apoyó Khaius—. Miren, sé que a ustedes dos les es imposible fiarse de él porque es un ángel, pero sinceramente... dudo que tenga malas intenciones. Amy confía en él, y yo en ella. —Me echó un breve vistazo, pero bajó la cabeza cuando pareció que una sombra de vergüenza cruzó su cariz—. Además, no pueden culparlo por desear apoyar en lo que puede.

Azazziel abrió los ojos, y levantó la vista hacia él.

—Entonces, según Amy y tú, en el fondo no es un canalla, solo es estúpido —replicó con desidia. Ladeó la cara y se llevó una mano a la barbilla en un ademán pensativo—. Me pregunto qué es peor.

Akhliss y Azazziel negaron en silencio a la vez, mientras que Khaius sesgaba los labios en un gesto intranquilo.

Enterré las uñas en mis palmas, en lo que la densidad del ambiente iba en aumento. Nublada, no supe qué responder. ¿Es que él y Akhliss podían tener razón? ¿Había sido una mala idea? ¿Podían ser peores las consecuencias a lo que ya habíamos pasado?

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora