18. Odisea

7.4K 675 1.3K
                                    

La enorme ola se estrelló contra un vehículo hasta cubrirlo por completo. El estruendo provocó el chillido y la conmoción de las personas que estaban cerca, cuando otra oleada, esta vez aún más alta, hizo estrellarse un pequeño bote contra una casa hasta destruirlo. Se oyó el alarido de un chico joven, gritando a su madre, y ella llamándole, hasta que otra ola calló a ambos.

De pronto el cielo, que ya estaba cubierto por completo de densas y opacas nubes grises, se oscureció en cosa de segundos de un modo supernatural y sombrío. El brusco cambio vino acompañado de un inverosímil tronido, y, de la nada misma, o más bien desde la orilla de oleaje desquiciado y peligroso, emergió temerariamente una figura alta, negra como una sombra, de hombros anchos y brazos fornidos. Una imagen que fui incapaz de apreciar porque no era claro, sino que lo único que mis ojos apreciaban era su silueta oscura.

Unas brillantes pupilas de color verde esmeralda se enfocaron en mi rostro, y un escalofrío me recorrió la espalda al ver en sus indescifrables facciones un aura de odio puro, dispuesto a atacar...


Me desperté de golpe, ahogando un grito. De inmediato pude apreciar que tenía una ligera capa de sudor sobre la frente, y que mi pecho se movía de forma agitada. Me froté los párpados con algo de brusquedad, como para asegurarme de que estaba despierta y que esa espantosa visión no había sido real.

—¿Otra pesadilla? —Su voz, que instintivamente causó un leve temple de calma en el centro de mi pecho, me hizo mirarlo. Amediel, que estaba sentado en la esquina de mi cama, a los pies, frunció el ceño con preocupación.

—Tranquilo, ella tiene pesadillas todo el tiempo.

Parpadeé y ladeé la cabeza para ver a Nat sentada en la cama contigua, con una taza en sus manos emanando vapor caliente.

Me limpié el sudor con la manga de mi blusa y me incorporé, respirando profundo para relajarme. El corazón me dio un pequeño vuelco cuando volví a enfocar la vista en Amediel y los recuerdos que tuve antes de dormirme me golpearon. Sentí cómo la sangre se acumuló en mis mejillas cuando él me dedicó una media sonrisa, e inevitablemente le devolví el gesto.

Alcancé a oír una risita de Nat, pero cuando la miré ella solo sonreía para sí misma. Alzó una ceja cuando sus ojos oscilaron entre él y yo.

—Me alegra que se hayan reconciliado —dijo en voz baja.

Nuevamente me abrumó una sensación de calor en la cara. Cuando me fijé en Amediel descubrí que él había desviado la vista, pero me pareció vislumbrar también cierto viso de timidez en su semblante.

Ella se puso de pie. Ya para entonces me hallaba más serenada, y suspiré. Vi que todavía tenía el pijama puesto, sin parecer importarle en absoluto la presencia de Amediel aquí, y cargó con la taza humeante mientras nos ofrecía otra sonrisa.

—Los dejaré un rato solos —anunció.

—¿A dónde vas? —inquirí, aunque no quise sonar tan exigente como lo hice.

Ella elevó una mano para mostrarme su celular, ese que Kalei y yo habíamos encontrado en la calle aquel día que fue secuestrada por Baceph, cuya condición estaba bastante mal.

—Hablaré con Ben antes de que... ya sabes, tengamos que irnos. —Se encogió de hombros.

La miré con extrañeza porque aún no se quitaba el pijama, pero Nat no era una persona que se avergonzara con facilidad. Salir a la calle así era lo de menos para ella.

Cuando cerró la puerta y me quedé a solas con Amediel, se me formó súbitamente un nudo en la boca del estómago. En el instante en que él hizo el ligero ademán de moverse, me puse de pie.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora