Un lóbrego silencio se extendió por segundos eternos... ¿o minutos, quizá?
No pude estar segura de cuánto tiempo pasó hasta que uno de ellos se atrevió a decir algo.
—Memphyss, llévate a tu hijo. —La voz áspera de Azazziel me hizo despabilar un fugaz lapso.
Apenas podía mantener los ojos abiertos. Un agotamiento inesperado me azotó y de un momento a otro sentí como si todo mi cuerpo fuera de plomo. Mis párpados se cerraban de forma intermitente, tan pesados que apenas los conseguía mover a voluntad. Fui escasamente consciente cuando alguien deslizó sus manos debajo de mis piernas y me levantó con suma destreza.
Un solo instante después, percibí que me habían dejado encima del asiento del auto, y por fin dejé de apreciar la lluvia enfriándome la piel.
—Memphyss... —le insistió Azazziel, con una inflexión de impaciencia.
—S-sí... —respondió el aludido con voz ronca y temblorosa, no supe si de frío, o si era la descomunal conmoción que lo estaba afectando.
—No —objetó Akhliss en un gruñido bajo—. Si lo dejamos escapar perderemos su rastro como antes.
—Ya no lo necesitamos. Déjalo que vuelva.
—E-esperen —intervino Memphyss, destilando incertidumbre en su tono—, ¿creen que puedan borrarle todo esto de su memoria? Y a-además..., tiene una herida en la cabeza.
—Como molestas... —masculló Akhliss, mirando con desdén al chico que aún yacía en el suelo más lejos—. No es nada grave. Es mejor así, con semejante golpe que recibió seguro que no recordará nada.
Me atreví a ladear la cabeza hacia el grupo contrario a nosotros, donde un ángel mantenía su daga alzada con precaución, y el otro continuaba de rodillas en una posición de inescrutable derrota, de alguien que acaba de perderlo todo.
Khaius siguió mi mirada, y se atrevió a hablarles:
—¿Ustedes qué van a hacer?
Amediel no lo vio; ni siquiera pareció haberlo escuchado.
La mujer curvó los labios para enseñar los dientes en un gesto de advertencia.
Kalei tardó un par de segundos en respirar hondo y lograr ordenar sus ideas.
—Mientras tanto vayan ustedes, pongan a salvo a ese chico y a Amy. —Le echó un vistazo de soslayo que no pude interpretar—. Creo que nosotros... nos quedaremos aquí por un rato.
—Kal... —musité sin completar su nombre, incapaz de levantar más la voz—. ¿E-estás bien?
Le vi tragar saliva, pero no giró el rostro hacia mí.
—Todavía... no lo sé.
El agotamiento me obligó a cerrar los ojos, pero noté el cúmulo de lágrimas que se formó rápidamente. Algo en el centro de mi pecho se contrajo una vez más, lacerante.
—Es una lástima que no los hayas atacado, pulgoso. —Vi que Akhliss le acarició el lomo a Alexander—. Los hubieras hecho pedazos...
—Ahora no, Akhliss —replicó Khaius entre dientes, seguido de un gesto con la mano—. ¿Podrías ir con Memphyss y asegurarte de que ambos lleguen bien?
La sonrisa de la diablesa se borró de su rostro.
—Mejor ve tú —le dijo por lo bajo, pero no con ánimo altanero, sino más bien como pidiéndole un favor—. Das menos miedo, por si el muchacho se despierta.
Khaius asintió. Se apresuró hacia el hijo de Memphyss para alzarlo en vilo, haciendo que muchacho crispara las facciones, pero no se despertó. La punzada de intranquilidad que ya me estaba flagelando se disipó cuando Alexander caminó hacia ellos, como un formidable guardaespaldas.
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Etéreo
ParanormalLIBRO II «Y nadie conoce mejor tu infierno, que aquel que se ha quemado en él.» - Benjamin Griss. Siempre tuvo la culpa. Él lo comenzó todo. Fue por él, con su llegada, que su vida jamás pudo volver a ser...