43. Renegados

7.2K 361 478
                                    

—¿Segura de que estás bien? —inquirió Anthony desde la otra línea, con un dejo de suspicacia—. Puedo pedirle al tipo raro este que me lleve para allá.

Me reí ligeramente, pero bajé una mano hacia mi estómago cuando sentí unas ligeras punzadas.

—No, estoy bien —le aseguré, aunque hubiera preferido no sonar tan exánime—. Además, Memphyss merece descansar también. ¿Qué tal es el motel?

—Bien, es decente... Digo, he estado en peores... —vaciló unos segundos, y luego suspiró hondamente—. Carajo... En serio no puedo creer que, es decir... —Profirió un gruñido bajo de pura frustración—. No sé, como que sigo sintiendo que esto es un sueño. Aún tengo como la sensación de que mi cabeza va a explotar... Creo que jamás había tenido que procesar tanta información.

Ese era precisamente uno de los principales motivos por lo que hice lo posible para no involucrarlo en esto. No deseaba perjudicar su psique... ni mucho menos arruinarle la vida arrasando con cualquier pensamiento o idea que haya tenido alguna vez sobre lo real y lo sobrenatural; sobre el bien y el mal, o el Más Allá... La dualidad del Cielo y el Infierno ya no era ninguna fantasía para él, ahora sabía tanto como yo que nunca fueron una invención.

Me invadió una profunda lástima por él.

—Lo lamento, Anthony —musité—. Tal vez sea mejor que sigas creyendo que nada de esto es real. Quizá pueda pedirles a alguno de ellos que...

—¿Cuándo podré verte? —me interrumpió con prisa, y supe de inmediato que no quería volver a discutir la posibilidad de regresar a lo mismo, o quizá por el hecho de que mantuve algo tan vital en secreto por tanto tiempo.

O, tal vez, no le causaba ni la menor gracia el que estuvieran manipulando su mente y recuerdos como les diera la gana.

—Estoy algo... débil aún —murmuré, preguntándome si no le estaba dando demasiada información como para preocuparlo todavía más.

—¿No que estabas bien?

Respiré hondo para no titubear.

—Mira, la verdad es que no estamos muy seguros de cómo... manejar la situación todavía.

—¿Qué quieres decir? —La molestia en su voz aminoró un poco a causa de la incertidumbre—. ¿Acaso... la niña me podría robar el alma o algo así?

Me mordí el labio, esforzándome por no reírme de nuevo.

—Bueno, no... Es que desconocemos aún qué tan inofensiva o peligrosa podría ser para otro humano —admití.

—Amy, esto es jodidamente raro —murmuró, bajando la voz como si no quisiera que alguien más le oyera—. No entiendo, ¿cómo soportaste todo? Mierda, yo ni siquiera estoy seguro de cómo sentirme al respecto, o sea... —Hizo una breve pausa, cavilando sus palabras—. Técnicamente... soy su tío.

—Técnica y biológicamente, sí.

—Eh, ya... —Se rio, pero la voz le tembló como si hubiera sufrido un escalofrío—. En fin, creo que es lindo que le hayas puesto el segundo nombre de mamá.

Sonreí, apreciando un súbito calor muy agradable en el pecho.

—Gracias.

—Y, bueno..., ya sabes que, si algo va mal, iré corriendo. Eh... —dudó de nuevo unos segundos—. Planeo quedarme un par de días más, por si acaso. Así que arregla bien tu asunto o encierra a tu mini demonio para que no me ataque, porque no pienso irme sin despedirme de ti.

Otra sonrisa me asaltó mientras trataba de contener un poco la conmoción que me asediaba, y deseé con todas mis fuerzas que estuviera en frente de mí para poder abrazarlo.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora