24. Ardor

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En cuanto dijo aquello, la figura alta de Alocer se convirtió en el peculiar y conocido humo negro, y se esfumó en el aire en un instante.

Durante varios minutos, reinó el silencio.

Repentinamente sentí un terrible nudo en la garganta. Una sensación fría me recorrió las venas, y no tenía nada que ver con las presencias de los demonios a mi alrededor. No podía creerlo aún, pese a que fue una posibilidad que en algún momento franqueó por mi cabeza.

Nat se me acercó cuando notó mi conmoción, con la expresión tranquila. Pasó un brazo por el mío y apoyó la cabeza en mi hombro. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo no estaba asqueada o espantada por la horrible expectativa de lo que podía haber dentro de mí? ¿Por qué podía superar las cosas con tanta facilidad... y yo no?

Alcancé a notar que Kalei se aproximó a Amediel, quien seguía sin decir una palabra, pero no expresó nada tampoco. En sus facciones había una clara mezcla de pasmo y de profunda confusión. El ángel, para mi desconcierto, tenía esa máscara inalterable y perpetua severidad marcada en el semblante. No se atrevía a mirarme y no pude evitar sentir una punzada extraña en el pecho.

—Sabes que te espera una paliza monumental en cuanto ellos nos dejen solos, ¿verdad? —le dijo Akhliss a Khaius de repente, rompiendo el horrible silencio y al mismo tiempo ignorándonos.

Khaius, como si acabara de considerarlo, abrió un tanto los ojos y luego suspiró.

—Sí... Creo que no pensé en eso.

—Y recuerda que Amy ya no te defiende.

Intenté tragar saliva, pero sentía la garganta seca. Los observé a ambos. Akhliss no nos miraba; había un tenue rastro de inseguridad en Akhliss, pero parecía que lo había superado con tanta prisa como Nat, como si, de algún modo, el que aquello se revelara le supusiera un extraño alivio. Khaius tenía la vista perdida en el suelo. Cuando se percató de mi escrutinio, levantó la cabeza y clavó sus ojos en los míos. El atisbo raro de un recuerdo casi me recorre cuando advertí la melancolía que solía estar presente siempre en su semblante, y tuve fuerte deseos de preguntarle si lo que acababa de decirle a Azazziel era verdad.

—¿Y qué es lo que los llevó a creer eso de Amy? —soltó Kalei súbitamente, con demasiado aire crítico, lo suficiente como para que Akhliss lo mirara con una ceja alzada y la altanería apropiándose de sus facciones.

—Las pistas —respondió con obviedad y cierto desdén—. Tú no lo entenderías, tendrías que haber estado con ella desde el principio... Como nosotros —agregó mientras una sonrisa maliciosa elevaba una esquina de sus labios.

—Tiene... sentido —musitó Nat, con los brazos sobre el pecho y la mirada pensativa, clavada en algún lugar del suelo—. Ella nació sin vida, y luego... Alguien pudo haberla traído de vuelta por algún motivo, de alguna manera. Pero ¿cómo? —Hundió más el ceño—. ¿Y para qué?

La sonrisa de Akhliss se hizo más amplia cuando la miró.

—Qué sexy te ves especulando como detective.

Kalei fulminó con la mirada a la diablesa.

Giré el rostro hacia Amediel, que seguía con la vista fija en algún punto en el piso. Una arruga cruzaba su entrecejo.

«Está demasiado callado», susurró con suspicacia la voz de mi cabeza.

Desde luego que tenía una clara impresión delatada en su cariz; yo misma, hasta el momento, tampoco había abierto la boca para replica nada. Pero también había algo más en él que no lograba distinguir. ¿Acaso estaba enfadado? Era en serio difícil adivinarlo, tenía un semblante que podía ser perfectamente capaz de mantenerse inmutable. No sacaba nada con preguntarle en estos momentos. Él no daría ninguna señal de perplejidad con los demonios presentes.

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