-Camila-
No estoy muy segura de cómo me siento en estos momentos. Mi mente es un manojo de ideas encontradas y no sé cómo desenmarañar todo esto. Todo ha sido tan extraño los últimos días, que no sé qué pensar. Por un lado, está Dinah; hemos tenido varios encuentros, pero nada es igual. A veces, todo es como antes. Casi soy capaz de creer que podemos ser tan amigas como lo fuimos hace unos meses…, pero hay ocasiones en las que parece haber un abismo entre nosotras. Los viejos resentimientos salen a flote y las conversaciones son superficiales e incómodas.
No estoy muy feliz con ella, sobre todo después de lo que sucedió en el bar. Ella de verdad quería hacerme daño. La Dinah que conocí hace un tiempo, jamás le haría daño a nadie. Tengo la impresión de que no la conozco lo suficiente… que no la conozco más.
Por otro, está Lauren. Sigo dándole vueltas a nuestro encuentro en el bar. Se comportó como una verdadera imbécil. Sin embargo, una parte de mí está agradecida con ella por lo que hizo por mí el fin de semana.
No puedo evitar sentir que estoy dando vueltas en círculos. Lauren siempre ha sido una moneda de dos caras. Dos caras completamente distintas… Nunca sé con cuál de ellas voy a toparme. A veces, es una completa imbécil; una chica digna de recibir una patada en el culo… Y otras, es una chica dulce y caballerosa. Esa chica que siempre cuidó de mí en todo momento.
Es lunes por la mañana y voy tarde para mi primera clase. El trabajo, las tareas y las pocas horas de sueño, están acabando conmigo poco a poco. Mi cuerpo me pide a gritos un par de horas más de descanso. No estoy segura de aguantar una jornada entera de clases.
El aula está en silencio cuando entro y me deslizo en uno de los bancos más cercanos a la puerta. Trato de encogerme para pasar desapercibida, pero la mirada reprobatoria del profesor me hace saber que ha notado que he llegado con diez minutos de retraso.
La vergüenza quema en mis entrañas, pero me obligo a mantener la mirada fija en la pizarra.
No sé cuánto tiempo ha pasado, cuando una pequeña nota llega a mi butaca. Casi me echo a reír. Tenía años que no recibía una nota en clase. Creo que la última que recibí fue en sexto grado; sin embargo, me obligo a reprimir la sonrisa ridícula que me asalta y abro el pequeño trozo de papel.
“¿Supiste lo que sucedió con Lauren?”
Mi ceño se frunce y echo un vistazo a mí alrededor. La vista de Freya, una de las chicas con las que fui a la fiesta del viernes, encuentra la mía. Me guiña un ojo y sé que la nota ha sido suya. Tomo mi teléfono y tecleo un mensaje de texto para ella. No me pasa desapercibido el temblor de mis manos. Estoy ansiosa.
“¿No era más fácil enviarme un texto?, como sea… ¿de qué hablas?, ¿qué sucedió con Lauren?”
Segundos más tarde, mi celular vibra.
“Clay, el chico que se quiso propasar contigo, habló con el decano. Escuché por ahí que van a expulsarla. ¿Sabías que es una buscapleitos?, quién lo diría. Creí que había ido en tu rescate porque le gustabas o algo.”
El hielo recorre mi torrente sanguíneo mientras leo. Mi corazón golpea con furia contra mis costillas y mi respiración se agita de sobremanera. El nudo en la boca de mi estómago se aprieta y reprimo las ganas que tengo de gritar de la impotencia.
Van a expulsarla por mi culpa. No puedo permitirlo, ella no hizo nada malo.
Me pongo de pie rápidamente y salgo del aula disparada. El profesor grita algo a mis espaldas, pero ni siquiera me molesto en escuchar qué es lo que tiene que decirme. Avanzo a toda velocidad por los pasillos y bajo las escaleras casi tropezando con mis propios pasos. Al salir del edificio, el aire helado de la mañana me golpea.