-Lauren-
Apenas puedo sentir el golpe amortiguado por el material de los enormes guantes de esponja de entrenamiento, que cubren mis antebrazos. Quiero gritar de la frustración, pero no lo hago. Me limito a golpear el costado de la cara del chico delante de mí y espetar—: ¡Con fuerza, idiota!, ¡no tengas miedo!
Él imbécil de dieciséis años al que entreno, asiente con torpeza antes de colocarse en posición. Golpeo el costado derecho de su torso con la esponja, y se tambalea ligeramente.
— ¡Cúbrete bien! —Escupo—, ¡concéntrate, Brooks!
El chico me mira como si quisiera arrancarme la cabeza con sus propias manos, pero en realidad no me importa. Se limita a acomodarse en posición una vez más, y golpear con todas sus fuerzas. El impacto no es tan fuerte como debería, pero logra moverme un poco. Entonces, empieza a golpear con ritmo.
Uno…
Dos…
Tres golpes…, y se retira. Repite la misma secuencia dos veces más, y grito—: ¡Cambia tu ritmo!, ¡si yo puedo leerte, tu contrincante también!
El chico parece comprender a qué me refiero, ya que acelera la velocidad de sus golpes y la ralentiza cada pocos movimientos. Es rápido, pero le falta fuerza a sus puñetazos. Podrían hacerlo polvo si no trabaja en la potencia de sus impactos.
Hacen ya tres meses desde que empecé a entrenar a varios chicos y chicas en el gimnasio al que solíamos venir Halsey y yo. Al dueño le sorprendió mucho verme llegar y preguntar por un empleo. Al principio, estaba renuente a aceptar mi solicitud; pero accedió a darme un par de horas con unos chicos escuálidos y torpes.
Esos chicos son -ahora- los mejores en su categoría, peso y edad. Me odian los jodidos bastardos, pero es algo que me importa poco menos de un kilo de mierda.
Ahora soy entrenadora de tiempo completo. Eso paga las cuentas del apartamento, y las peleas clandestinas me han dado dinero extra… Dinero que he estado guardando.
Deseo comprar mi propio lugar y pedirle a Camila que se mude conmigo. Sé que todavía falta mucho para que eso suceda, pero estoy determinada a conseguirlo.
He hablado con Chris acerca de invertir en la bolsa, justo como él hace; y me ha dicho que en el momento en el que lo deseé, puedo acercarme a él y pedir asesoría. Hace unas semanas cuando vino de vacaciones, le conté acerca de las peleas en el bar. Estaba tan enojado que trato de golpearme en la cara.
Camila y Dave tuvieron que intervenir para detenerlo. No fue hasta que se calmó que pudimos hablar como la gente civilizada.
No está muy feliz con la idea de que siga peleando en ese lugar; pero saber que ahora sólo lo hago una vez por semana, parece tranquilizarlo un poco.
La mirada de Will, el chico al que entreno, se posa en un punto detrás de mí. Golpeo su cabeza con más fuerza de la que debería y gruñe una maldición.
— ¡La atención siempre en tu contrincante! —Escupo—, ¡Joder, Will!, ¡¿qué mierda te sucede hoy?!
El idiota señala un punto a mis espaldas y miro por encima del hombro. Es apenas un vistazo, pero logro reconocer ese desastroso cabello y esa expresión divertida.
Camila Cabello se encuentra a pocos pasos de distancia del ring dónde me encuentro, y no puedo evitar sonreír como idiota.
—Terminamos aquí —le digo, pero ni siquiera estoy mirándolo—. Golpea la pera veinte minutos y puedes largarte.
El chico masculla algo a mis espaldas, pero ni siquiera me molesto en averiguar qué ha dicho. Bajo del cuadrilátero de un salto y troto hasta la hermosa chica que me espera.