-Camila-
No puedo dejar de temblar. Todas mis entrañas se revuelven sólo de pensar en la mirada que Lauren Jauregui acaba de dirigirme. Mi corazón ruge con furia contra mis costillas y apenas puedo respirar. Las lágrimas inundan mis ojos y mi mandíbula se aprieta mientras me doy cuenta de qué es lo que acaba de pasar.
“¡Estúpida, estúpida, mil veces estúpida!” grita una voz dentro de mi cabeza.
No debí haber venido. Creí que Dinah quería arreglar las cosas conmigo. Creí que ese era el motivo de su mensaje. Creí que realmente iba a darme la oportunidad de hablar. Lo único que hizo fue traerme hasta aquí para restregarme en la cara que a Lauren le importo un poco menos que un kilo y medio de mierda.
Inhalo profundamente, y reprimo el impulso que tengo de salir corriendo. Lauren está ahí afuera; pero definitivamente, no quiero volver a topármela de frente.
Me encamino hasta el baño y me encierro en uno de los cubículos. Respiro profundo para intentar tranquilizarme. No es, para nada, la chica que solía ser cuando me fui.
No es la chica de caparazón duro y corazón dulce. Todo dentro de ella es oscuro y desconocido. Se ha convertido en todo lo que ella misma odiaba, y no puedo evitar sentirme culpable. Sé que ella hizo sus elecciones, pero una parte de mí se pregunta si yo tuve algo que ver con ellas.
Nunca la había visto pelear de esa manera. Tan aterradora y fascinante; todo al mismo tiempo. Miraba a su contrincante como si fuese poco menos que basura y la golpeó más fuerte de lo que nunca la vi golpear.
Lo peor no fue verla pelear, o verla beber; tampoco fue verla besar a otra chica… Lo peor de volver a ver a Lauren Jauregui, fue su forma de mirarme. Hay algo oscuro y siniestro en sus ojos. Algo que no estaba ahí antes. Me erizó todos y cada uno de los vellos del cuerpo, y no de la forma en la que solía hacerlo.
Sus palabras, calaron en lo más profundo de mí ser. Dijo que no me conocía. Dijo que nunca me había visto en su vida y que ni siquiera era su tipo de chica.
“Hija de puta”
Le di todo de mí; le regalé todo el amor que tenía para dar, le di mi alma entera… le di mi virginidad.
Las lágrimas queman en mis ojos y el nudo en la garganta está tan apretado, que apenas puedo respirar.
“No llores, no llores, no llores, no llores…”
Aprieto la mandíbula y me obligo a acompasar mi respiración. No sé cuánto tiempo pasa, pero el nudo de mi garganta se ha deshecho. No confío en mí misma ahora mismo, así que salgo del cubículo. Tengo la esperanza de que Lauren esté lo suficientemente lejos como para no poder topármela de frente.
Tomo mi teléfono y tecleo:
“Ya entendí”
Lo envío al número de Dinah. Ella me envió un mensaje de texto hace unas horas. Ella me pidió que la encontrara en éste lugar, y asumí que iba a darme la oportunidad de disculparme. Jamás imaginé que esto sería una venganza. Una especie de trato retorcido entre ella y Lauren para hacerme ver que todo esto pasó en mi ausencia.
Niego con la cabeza y miro mi reflejo en el espejo. La chica que me mira de vuelta luce aterrorizada y decepcionada. Cierro los ojos y me obligo a relajar mi expresión hasta que luzco casi normal… Casi.
Salgo lo más rápido que puedo y me abro paso a empujones. Ruego al cielo que el chico que me detuvo en la puerta se haya ido. Él fue el principal motivo por el cual no pude irme sin ser detectada. Fue él quien me impidió largarme antes de que Lauren me viera.