Capítulo 39 | Lauren

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5/10 PARA EL FINAL


-Lauren-



Tiempo…

Tiempo es lo que Camila necesita. Tiempo es lo que no tengo.

Hay tantas cosas que quiero hacer a su lado. Tantas cosas que deseo experimentar y conocer con ella… Tiempo es lo único que le pido al destino. Tiempo para estar con ella y hacerla feliz.

Nos han dicho que todo es cuestión de tiempo. Que todo es cuestión de esperar las horas más críticas, sentados en una maldita sala de hospital. La vida de Camila se resume a la resistencia que tenga en las siguientes horas.

La impotencia que me ha invadido es tan grande, que apenas puedo estar en mi propia piel. No puedo sentir otra cosa que no sea angustia y desesperación. Quisiera poder hacer algo por ella. Quisiera poder darle toda la fuerza de mi cuerpo. Quisiera ser yo quien estuviera en ese lugar. Camila no merece esto. Mi Camila nunca le ha hecho ningún maldito daño a nadie… ¿Por qué jodidos tenía que sucederle a ella?...

No estoy muy consciente de cuánto tiempo ha pasado. Podrían ser días, o unas cuantas horas. Quizás sólo han pasado un par de minutos, y ni siquiera me he dado cuenta.

La espera es la tortura más insoportable que he sido capaz de experimentar, y la incertidumbre el peor de los venenos. Me estoy ahogo en el mar de mis preocupaciones. Mi hijo y el amor de mi vida están ahí, luchando por seguir con vida, y yo estoy aquí… sentada en una sala de espera, sin poder hacer nada por ellos.

—Debes comer algo —la voz de Dinah llena mis oídos, y me trae de vuelta a la realidad—. No has comido nada desde ayer.

Mi atención se posa en ella, y noto cómo me ofrece un vaso térmico y una bolsa de galletas. Declino las galletas, pero acepto el café. Doy un sorbo largo y permito que la quemazón en mi garganta me distraiga un poco de la desesperación que se ha arraigado en mi sistema.

— ¿Cómo estás? —Pregunta, con suavidad.

— ¿Cómo se supone que esté, Dinah? —Sueno más dura de lo que pretendo. Sé que nadie aquí tiene la culpa de lo ocurrido con Camila, pero no puedo evitar sentirme molesta y frustrada con el mundo.

—Lo ha hecho muy bien —me alienta—. Los doctores están muy optimistas y lo sabes. Después de ésta noche, estará fuera de peligro. Camila va a estar bien.

Mi mandíbula se aprieta con brusquedad, y siento mis ojos llenándose de lágrimas. Jamás me había sentido así de vulnerable. Estoy acostumbrada a ser la chica dura que no se quiebra por nada, y ahora estoy a punto de caerme a pedazos.

Froto mis palmas heladas en el material de mis vaqueros, y siento la pequeña superficie en el bolsillo delantero. Introduzco la mano y siento la pequeña caja forrada en terciopelo. Mi corazón se hunde aún más; y el nudo que ha estado instalado en mi estómago desde que subí al avión, se aprieta otro poco.

Cierro mi puño en el material y lo saco para mostrárselo a Dinah. La confusión en su rostro apenas dura unos segundos, y el entendimiento parece golpearla con brutalidad.

—Oh, Dios mío… —susurra, sin aliento.

Las lágrimas salen de mi sistema sin que pueda impedirlo. Me limpio el rostro con mi palma abierta, y maldigo en voz baja.

Dinah toma la caja entre sus dedos y la abre. Las lágrimas inundan sus ojos y una risa brota de sus labios.

— ¡Dios!, ¡yo sabía que no eras una imbécil! —Dice, y me da un empujón suave—. Empezabas a preocuparme, Jauregui.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora