-Lauren-
Estoy agotada; cansada de sentir que el mundo se cae a pedazos a mí alrededor, y no poder hacer nada para impedirlo.
Se siente como si estuviese atascada en lo más profundo del océano y luchara contra la potencia arrolladora del oleaje mientras trato de alcanzar la superficie. Se siente como si pudiese rendirme y dejarme llevar por la devastación que ha invadido mi vida las últimas semanas.
He perdido la cuenta del tiempo que llevo encerrada en éste lugar. He perdido la cuenta de cuántas veces me he quedado noches enteras sin dormir por pensar en el proceso legal de Camila.
Después de levantar la denuncia, la abogada Matthews consiguió un aplazamiento para mi caso, y la información ha llegado a mí a cuentagotas desde entonces. Lo único que sé, es que el abogado de Jared ha dicho delante del juez que su cliente tiene una enfermedad psicótica que lo hizo actuar de forma violenta contra Camila.
Miente.
Sé que miente, pero no tengo modo de probarlo, y no sé si la abogada va a encontrar alguna forma de hacerlo pagar con ésta nueva declaración. Ese idiota es quien merece estar aquí, no yo... Yo debería de estar con Camila y mi hijo. Yo debería estar ahí afuera y no él.
El ambiente aquí es insoportable. Las prisioneras peligrosas te miran como escoria, y he tenido que golpear la mierda fuera de una pobre idiota para que me dejaran en paz. No he hecho relaciones con nadie, y nadie se me acerca. Eso ya es ganancia para mí.
La gente aquí es peligrosa. Intercambian información sobre otras presas a cambio de drogas y algún objeto para defenderse, que han logrado infiltrar desde no-sé-dónde. Las amenazas de muerte son algo frecuente, y las peleas no se hacen esperar.
No pertenezco a este lugar. No soy una maldita delincuente. No puedo soportar más esto. Voy a quebrarme en mil fragmentos y no voy a volver a ser la misma...
— ¡Jauregui! —La voz del oficial en la entrada de mi celda, me hace alzar la cabeza, de pronto. No me atrevo a hacer ningún movimiento. Él parece notar mi cautela, ya que dice—: Tu abogada ha venido a verte.
Me pongo de pie lo más rápido que puedo y avanzo hasta la entrada del enrejado. El hombre abre la cerradura y me deja pasar. Camino por el ancho pasillo, y escucho un par de maldiciones dirigidas a mi persona, pero las ignoro por completo.
Cruzamos por la sala común de la prisión y bajamos tres tramos de escaleras, antes de tomar uno de los pasillos custodiados por hombres uniformados.
El pasillo se estrecha a medida que avanzamos, y el oficial me hace detenerme una vez que estamos frente a la puerta de la sala de visitas. El hombre abre la puerta con el código de acceso y se abre paso entre las mesas atestadas de gente, hasta el final de la habitación.
El familiar rostro de mi hermano aparece en mi campo de visión, y un nudo se instala en mi garganta casi de inmediato. Quiero echarme a llorar. Quiero volver a ser esa chiquilla de ocho años que buscaba a su hermano mayor cuando tenía pesadillas por las noches...
Chris luce cansado y fatigado, pero eso no impide que me envuelva en un abrazo cuando me acerco.
—Mamá estaba loca por verte —dice—. Apenas pude impedir que trepara al auto, estaba decidida a venir hasta aquí—Una risa aliviada brota de mis labios. El nudo en mi garganta se aprieta con fuerza, pero me obligo a mantener todos los sentimientos a raya—. Papá, por otro lado, no se ha movido del hospital. Al parecer, eso de ser abuelo, lo ha vuelto más sobreprotector que nunca.
Una carcajada seca me asalta y me aparto de él para mirarlo a los ojos y preguntar—: ¿Cómo está ella?...
La expresión de Chris se tiñe con pánico, pero pasa tan rápido, que no puedo apostar que haya estado ahí realmente.