-Lauren-
— ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —chilla Camila cuando giro el coche en dirección opuesta al campus— ¡dijiste que me llevarías a casa!
Maldigo para mis adentros, pero trato de lucir casual y despreocupada. Me encojo de hombros antes de decir—: Dije que te llevaría, pero no dije cuando.
De pronto, la puerta del copiloto se abre de golpe, y la miro con horror. Los autos que pasan en el carril del costado hacen sonar la bocina y estoy segura que, si un oficial llega a vernos, va a multarme.
— ¡Camila!, ¡¿qué mierda?! —Exclamo.
— ¡Déjame bajar! —chilla.
— ¡Cierra la jodida puerta!
— ¡Llévame a casa!
— ¡Camila, cierra la puerta! —No sé si quiero reír o gritar de la frustración— ¡te llevaré a comer algo!, ¡sé que no has cenado una mierda!
Parece dudarlo unos instantes, pero cierra la puerta con un golpe sordo. Toda la tensión se libera de mi cuerpo en ese instante y suelto el aliento que no sabía que contenía.
Siento sus ojos clavados en mí, pero no me atrevo a mirarla de vuelta, así que espero. Estoy ansiosa hasta la mierda. Estoy tan nerviosa, que podría vomitar sobre mi ropa y no me importaría.
—Ya cené —dice, pero es una horrible mentirosa.
—No sabes mentir, Camz. Nunca se te han dado las mentiras.
La observo por el rabillo del ojo, y noto cómo se enfurruña en el asiento. Sus brazos están cruzados sobre su pecho y su ceño está fruncido con indignación.
—Esto se llama secuestro —masculla.
No puedo evitarlo; una risa estúpida me asalta. Ella me mira como si quisiera golpearme, pero no me importa.
—Eres una exagerada —digo y niego con la cabeza.
— ¡No quiero ir a cenar nada!
— ¡Jesús!, ¡deja de actuar como si tuvieses seis años!, ¡no voy a violarte, sólo te llevaré a cenar algo! —sueno más dramática de lo que pretendo.
El silencio se extiende y sólo espero que ese maldito lugar del que me habló Dave de verdad esté abierto las veinticuatro horas.
— ¿Por qué haces esto? —suena torturada. No puedo evitar sentirme como mierda al escuchar el miedo en su voz.
Soy consciente de que la he lastimado más de lo que jamás creí poder lastimar a alguien. Sé que no merezco tenerla conmigo. Sé que soy una imbécil hija de puta que sólo llegó a su vida a complicarla, pero no me atrevo a alejarme. No quiero irme sin demostrarle cuánto me importa.
—Sólo… —trago duro— Camila, sólo quiero ser amable, ¿de acuerdo?
—Fuiste una idiota hace unos meses, ¿qué cambió? —noto el reproche en el tono de su voz. Me encantaría poder mirarla a los ojos, pero no puedo apartar la vista del camino.
—Ya te lo dije —sueno tímida e incómoda—. Quiero compensarte…
—No necesitas hacerlo —dice—. No me debes nada, Lauren.
De pronto, me orillo y aparco el coche en donde tengo oportunidad. Apago el motor y me giro para mirarla.
—Camila, te debo todo —mis ojos se clavan en ella y quiero que le quede claro lo que estoy diciendo. Quiero que sepa que hablo en serio.