6/10 PARA EL FINAL
-Lauren-
Doy un portazo al bajar del taxi. La ira que hierve en mi sangre es cada vez más intensa. El odio se siente como el más corrosivo de los ácidos; y lo único que quiero es estrellar mi puño en la cara del imbécil que tiene al amor de mi vida postrada en la cama de un maldito hospital.
El coraje es cegador, y no puedo hacer otra cosa que no sea avanzar por el estacionamiento del restaurante donde Camila solía trabajar. No estoy muy segura de qué diablos estoy haciendo. Apenas soy consciente de lo que pasa a mí alrededor.
Voy a matarlo. Voy a jodidamente matarlo…
Al llegar a la puerta principal, me congelo. La parte activa de mi cerebro lucha por mantener el control de mi cuerpo, pero apenas logra contenerme. La violencia se ha apoderado de mí, y no hay nada que pueda hacer para detenerme.
Tomo una inspiración profunda, en un intento desesperado por calmarme; y me repito una y otra vez que necesito relajarme. No puedo dejar que mis impulsos me dominen o voy a echarlo todo a perder.
Mis manos tiemblan ligeramente, pero no me importa. La opresión dentro de mi pecho es tan intensa, que apenas puedo soportarla.
“¡CÁLMATE, MALDITA SEA!” Me grito mentalmente, pero es imposible. La ira ha ganado tanto terreno ahora, que me es imposible contenerla.
“Camila está en el hospital por culpa de ese imbécil.” Susurra el demonio en mi cabeza. “Ella y tu hijo podrían morir en cualquier momento, y todo es gracias a ese imbécil…”
Entonces, abro la puerta de golpe. Soy vagamente consciente de la atención que atraigo por la brusquedad de mi movimiento. Los comensales de las mesas cercanas me miran como si me hubiese vuelto loca.
Mi vista recorre todo el lugar, y pongo especial atención en los meseros. Necesito encontrar a ese hijo de puta. Voy a encontrar a ese bastardo…
Avanzo hasta la caja registradora y golpeo una palma en el mostrador para atraer la atención de la cajera. La chica pega un salto y se gira para encararme. La familiaridad del rostro, me golpea con fuerza.
Trato de recordar su nombre, pero es imposible. Ella conoce a Camila, estoy segura de eso. De hecho, me llamó animal cuando Jared destrozó mi auto. Puedo recordar con claridad la expresión asqueada de su rostro y las palabras que dirigió hacia mi persona.
El reconocimiento parece asaltarla a ella también; ya que me dedica una mirada desdeñosa y un gesto cargado de desprecio.
— ¿Dónde está Jared? —Escupo, con brusquedad. Me sorprende cuán pastosa y ronca suena mi voz.
Una ceja es arqueada con arrogancia, y se cruza de brazos para decir—: Él ya no trabaja aquí.
Mi mandíbula se aprieta y mis puños se tensan un poco más. No había tomado en cuenta esa posibilidad. Abro la boca, pero la cierro al no encontrar algo que decir.
Por una fracción de segundo, le creo. Creo que de verdad ese idiota no trabaja aquí; pero entonces, dirige una mirada furtiva en dirección a la puerta de la cocina. El destello preocupado en sus facciones, me hace saber que está mintiendo.
—Mientes —digo, entre dientes. Cada vez es más difícil mantener el coraje a raya.
— ¿Qué es lo que quieres con él, de todos modos? —Frunce el ceño, y me mira con coraje; sin embargo, el pánico se arraiga en su expresión.
— ¿Dónde demonios está? —Espeto.
La chica abre la boca para responder, pero lo piensa mejor y la cierra de golpe. Por el rabillo del ojo, veo cómo la puerta de la cocina se abre y todo el mundo ralentiza su marcha.