-Lauren-
Es mi cumpleaños, pero se siente como cualquier otro día. No quiero pensar demasiado en que acabo de cumplir veintiún años. Oficialmente, soy una adulta para todo el mundo; sin embargo, no me siento como una.
Es increíble cómo de rápido se te pasa la vida. Cuando tenía doce años, moría por tener quince para tener más libertades como mis hermanos mayores; cuando tuve quince, quería tener dieciocho para hacer mi voluntad y no ser regida por las reglas impuestas por mamá y papá. Una vez teniendo dieciocho, me di cuenta de lo mucho que deseaba tener doce de nuevo. Irónico, ¿no es cierto?...
Gastamos tanto tiempo pensando en el futuro, que se nos olvida disfrutar el presente. Si hace diez años me hubiesen dicho que a mis veintiún años iba a querer volver a ser una niña, me habría reído a carcajadas... No aprendes a ser niño hasta que dejas de serlo.
Un suspiro cargado de nostalgia brota de mis labios. Mi mirada está fija en un punto entre la mesa de centro de la sala, y el sillón individual; pero no puedo dejar de pensar en cuán afectada me siento por la edad que he adquirido.
Mi teléfono suena por quinta vez en el día. Casi ruedo los ojos al imaginar que se trata de Taylor. Me ha llamado tres veces en lo que va de la mañana, pero comprendo su emoción. Es una chica cariñosa y afectiva; siempre ha estado al pendiente de mí, y nunca ha dejado de demostrarme cuánto le importo.
— ¿Si? —Respondo, sin siquiera mirar el identificador de llamadas.
— ¡Jauregui, eres una idiota! —Josh, el dueño del bar donde peleo, habla—, ¡¿Por qué mierda no me dijiste que era tu cumpleaños?!
Una risa idiota me asalta, y bromeo—: ¿Vas a comprarme un pastel o algo así?, ponle velitas, por favor. Amo las velitas.
— ¡Seguro como el infierno que tengo algo para ti! —Dice—, ven al bar para mostrarte.
Miro el reloj que cuelga en una de las paredes de la estancia. Camila no me ha dicho a qué horas nos veremos; pero no quiero desperdiciar tiempo que podría pasar con ella, estando en el bar de Josh.
—No lo sé, Josh —hago una mueca—, quedé con Camila y...
— ¡Oh, deja el mandil por un rato! —Me interrumpe—, ¡no va a pasar nada si Camila espera quince minutos!
Dudo unos instantes, pero termino aceptando. Tomo las llaves de mi coche y grito para que Dave me escuche—: ¡Saldré!, ¡vengo más tarde!
Mi compañero de cuarto se asoma por el pasillo.
— ¡Lleva llaves!, ¡yo también saldré dentro de un rato! —grita desde su habitación. Aún está en pijama y son casi las doce del día.
—De acuerdo —asiento y me despido con un gesto de mano antes de salir por la puerta principal.
Me toma cerca de cuarenta minutos llegar al establecimiento. El lugar está desierto, pero no me sorprende ni un poco; el bar está muerto hasta el fin de semana.
Al entrar, no puedo evitar notar cuán diferente luce todo. Los bancos están encima de las mesas altas, y no hay ni una sola alma en la estancia. Por un momento, creo que estoy completamente sola, pero la parte reflexiva de mi cerebro me dice que es probable que Josh se encuentre en la bodega o en la pequeña oficina que hay justo detrás de la puerta de servicios de la barra.
Decido echar un vistazo en la oficina primero, pero no lo encuentro. Maldigo para mis adentros y me encamino hasta la bodega.
En el momento en el que entro, el escándalo estalla. Josh aparece en mi campo de visión, pero también lo hacen tres chicas desnudas. De pronto, me encuentro rodeada de personas que me son vagamente familiares. Creo que son clientes del bar. Amigos de Josh y compañeros de borrachera que tuve hace un tiempo. Todo el mundo canta el "Feliz cumpleaños" en voz de grito, y me siento desorientada y aturdida por unos instantes.