Capítulo 9 | Lauren

2.2K 202 4
                                    

-Lauren-



El sol me golpea de lleno en el rostro. El olor del tocino llena mis fosas nasales y mi estómago ruge en respuesta. Me remuevo en el colchón y todos mis músculos gritan en protesta. Intento incorporarme, pero el dolor no me deja hacerlo.

“¡Maldita sea!”

Retazos de recuerdos invaden mi cabeza. Bebí demasiado y peleé cuatro veces. La última vez fue la peor de todas. Era una jodida mastodonte. Gimo de dolor mientras me levanto y camino por el pasillo. Entro al baño y examino mi rostro en el espejo. No recuerdo haber sustituido mi ropa por un pijama.

Tengo el ojo derecho amoratado y hay un corte en mi ceja; mi labio inferior está reventado y mi pómulo izquierdo resalta más de lo que debería; mi nariz está amoratada y tengo un raspón en la barbilla.

Intento recordar cómo es que llegué a casa, pero ninguna imagen vuelve a mi cabeza. Odio no recordar lo que hago en mis borracheras... Y odio la resaca.

Me enjuago el rostro con agua fría y el ardor es bien recibido. Me lo merezco. No debí haberme excedido tanto.

Avanzo por el pasillo hasta la sala y mi ceño se frunce al ver una cobija arrugada sobre uno de los sillones.

— ¿Dave? —mi voz suena ronca a mis oídos. Es imposible que esté en casa; trabaja medio turno el sábado. Avanzo hasta la cocina y me detengo en seco.

Camila.

Está sentada en una de las sillas del comedor y sostiene una taza a pocos centímetros de su boca. Los recuerdos me golpean con brutalidad.

Fue al bar. Estuvo ahí. Discutió con Josh acerca de lo conveniente que sería llevarme a un hospital; me trepó en su coche, me trajo, lavó mis heridas e hizo que Dave me llevara al cuarto, luego me ayudó a ponerme algo para dormir.

Mi boca se abre en busca de algo qué decir, pero ningún sonido sale de ella. Baja la taza con cuidado, casi como si temiera asustarme. Juguetea con el dobladillo de las mangas de su suéter y muerde su labio inferior. No se me escapan las sombras debajo de sus ojos ni su aspecto cansado; su cabello es una maraña indomable, los mechones castaños señalan en todas direcciones, pero aún así, luce hermosa.

Camila siempre ha sido hermosa.

— ¿Cómo te sientes? —no puedo ignorar el temblor que hay en su voz. Cierro la boca y me trago las emociones que amenazan por estallar a borbotones convertidas en palabras.—Hice huevos y tocino —se levanta rápidamente, y revolotea por el espacio mientras abre y cierra gavetas—. ¿Quieres café?

Avanzo hacia ella. Mis pies descalzos hacen contacto con la fría loza de la cocina, pero es lo que menos me importa ahora. Se gira y da un respingo cuando nota mi cercanía. Desvía la mirada y soy capaz de notar el rubor en sus mejillas. Me detengo justo en el momento en el que sus pies descalzos y los míos se rozan. Mi vista baja al suelo y no puedo evitar sonreír al ver como encoje los dedos.

—G-Gracias —mi voz es apenas un susurro. Levanto la mirada para encontrar la suya y una oleada de algo que no puedo reconocer golpea sus facciones.

— ¿E-Estás bien? —tartamudea.

Asiento y le regalo una pequeña sonrisa. El alivio se filtra en su mirada; y de pronto, siento un golpe en mi pecho. Gimo mientras doy un paso hacia atrás.

“¡¿Qué mierda…?!”

— ¡¿Me golpeaste?! —sueno más indignada de lo que pretendo.

— ¡Me preocupé hasta la mierda! —Chilla—, ¡creí que tenías un maldito derrame!, ¡debiste decirme que te habías bebido una botella entera de vodka!

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora