Capítulo 13 | Lauren

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-Lauren-




Estoy decepcionada. Estoy sentada al borde del colchón de mi cama y sé que no hay manera alguna de limpiar de mi cuerpo la aversión y asco que siento hacia mí misma. No soporto estar en mi propia piel y no entiendo porqué mierda me siento de éste modo.

Hace unas semanas no habría tenido remordimiento alguno por follar con una completa desconocida. Ahora es diferente. Ahora está Camila de por medio. ¿Por qué mierda no puedo dejarla de lado?, ¿por qué no puedo dejar de importarme lo que ella piense?...

Saber que estuvo en el departamento me enferma. Saber que supo acerca de la chica en mi cama, me aterroriza. Dave dijo que no parecía molesta, pero no puedo evitar sentir que le debo una explicación.

Me he repetido una y otra vez que no tengo nada que explicar. Que no es mi novia, y que ni siquiera tendría que estar preocupada, pero no puedo evitarlo. Una parte de mí desea correr a buscarla pero, ¿qué voy a decirle?..., ¿que estaba borracha?, ¿que no era totalmente consciente de lo que hacía?... Me convertiría en un jodido cliché. Una imbécil que espera ser perdonada con un argumento pobre y mediocre.

Tomo mi teléfono una vez más y marco el número de Dinah por octava vez en una hora. Lo ha apagado, y estoy bastante segura de que ya sabe qué está pasando.

Mi mandíbula se aprieta con fuerza y me encorvo sobre mi cuerpo. El sonido de la puerta me trae de vuelta a la realidad. Dave asoma la cabeza por la rendija y me dedica una sonrisa tensa.

—Lo siento—se disculpa por enésima vez—. No sabía que ibas a molestarte tanto, yo... ¡Mierda, Lauren!, ¿si querías volver con Camila, para qué te acostaste con Jennifer?...

— ¡No quiero volver con Camila! —me defiendo.

Sé que no me cree. Su mirada es escéptica y casi puedo sentir la lástima emanando de su expresión.

— ¿Estás segura de eso?

— ¡Por supuesto que sí! —Espeto—, ¡lo que hubo entre nosotras terminó hace mucho tiempo!

Duda unos instantes. Parece meditar sus palabras, pero finalmente habla—: Lauren, esa chica está enamorada de ti. No hay que ser un genio para notarlo.

Todas mis entrañas se revuelven, mi corazón se acelera y la culpa me atenaza el corazón.

"¡Maldita sea!"

Una risa carente de humor brota de mi garganta y escupo—: Camila no está enamorada de mí y yo tampoco siento nada por ella. Somos amigas.

Frunce los labios, inconforme por mi respuesta, pero no dice nada más. Se limita a asentir y marcharse la habitación.

No sé qué hacer. Estoy tan avergonzada de mí misma que ni siquiera puedo mirarme en el espejo. No quiero imaginar qué debe de estar pensando de mí, y tampoco puedo dejar de pensar en que realmente no le debo una explicación.

Me digo a mí misma que no pasa nada. Que realmente tenía que ir a trabajar y por eso se marchó, pero sé que no es cierto. Sólo estoy engañándome porque es más fácil mentirme a mí misma que aceptar que he roto el delgado hilo que nos mantenía unidas.

No soporto más estar quieta, así que me meto en la ducha y me quedo ahí hasta que el agua empieza a enfriarse. No puedo dejar de pensar en lo que pasó. Me siento cada vez más y más enferma; así que, cuando salgo, me visto a toda velocidad y tomo las llaves de mi auto.

No estoy muy segura de dónde demonios voy a buscarla; mucho menos sé qué diablos voy a decirle, pero no puedo quedarme así.

Conduzco directo al complejo habitacional donde vive, pero me siento como una idiota cuando me doy cuenta de que en realidad no sé en qué piso o en qué habitación vive. Maldigo entre dientes y pego mí frente al volante del coche estacionado, mientras intento recordar el nombre del restaurante donde dijo que trabajaba.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora