Capítulo 16 | Camila

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-Camila-

— ¿Sabes qué sería increíble? —la voz de Dinah irrumpe el cómodo silencio que se ha instalado entre nosotras. Hace apenas unos días que me mudé a la habitación que solíamos compartir hace un año.

— ¿Qué? —respondo y alzo la vista de mi computadora.

—Que respondieras los mensajes de tu novio —hace una mueca exasperada.

Entiendo su molestia; el teléfono no ha parado de sonar en toda la mañana. Jared puede ser bastante insistente cuando se lo propone. Agradezco sus atenciones conmigo; pero es bastante frustrante que me envíe mensajes contándome todas sus actividades; aún cuando le dije que necesitaba hacer una tarea muy importante.

—No es mi novio —mascullo. Tomo el aparato y leo el mensaje de texto que me ha dejado. Casi quiero lanzarlo por la ventana cuando leo que sólo me ha escrito para contarme qué fue lo que compró para almorzar.

Tecleo una respuesta cortante y rápida antes de apagar el teléfono. No quiero sentirme molesta con él, pero lo hago. Estoy molesta porque no me da el espacio que necesito.

—Deberías dejarlo —dice, tras un silencio incómodo.

—No somos nada —mascullo—, ¿cómo se supone que voy a terminar con algo que ni siquiera ha empezado?

—Dile la verdad —suspira—. Dile que no estás lista para una relación ahora.

—Le dije eso la primera vez que me invitó a salir y no le importó —hago una mueca y niego con la cabeza—. Detesto la idea de hacerle daño; quiero decir, ¿qué está mal conmigo?, es un buen chico. ¿Por qué simplemente no puedo quererlo?...

—Sabes que las cosas del amor no se fuerzan —hace una mueca—. Cometimos el error de empujarte a sus brazos. De forzarte a aceptar una cita cuando no estabas lista para algo así.

Aprieto los ojos con fuerza. Sé que debo cortar por lo sano lo antes posible o voy a hacerle mucho daño, pero no me atrevo a confrontarlo.

—Hablaré con él más tarde —hago una mueca.

—Todo saldrá bien, pequeña —Dinah me alienta con un guiño y dejo escapar un suspiro cargado de angustia.

—Eso espero —digo—. De verdad, lo espero.

 
                •••


Llego al trabajo con apenas unos minutos de retraso. Perdí la noción del tiempo charlando con Dinah, y apenas tuve oportunidad de tomar el autobús. La quincena es dentro de unos días, así que no tengo fondos suficientes para llenar el tanque de mi viejo cacharro; es por eso que he optado por utilizar el transporte público.

El gerente del restaurante me regala una mirada reprobatoria, así que tengo que disculparme una y mil veces por el retraso. Él bromea acerca de rebajarme diez centavos de mi paga, y no puedo evitar reír con su comentario.

Apenas tengo tiempo de ponerme la horrible camisa del uniforme y el delantal rojo con volantes que utilizamos las meseras, antes de salir disparada a atender mesas. Le dije a Jared que tengo algo importante que hablar con él, pero no pareció inmutarse demasiado. Sólo dijo que hablaríamos más tarde si así lo deseaba y continuó atendiendo mesas.

La jornada laboral pasa a una velocidad impresionante. Gente entra y sale del local, y nosotros no paramos de ir y venir por todos lados. Los fines de semana son un martirio, pero las propinas siempre son muy buenas.

Falta media hora para que termine mi turno y el restaurante sigue atestado de gente. Me encamino hacia el baño sólo porque necesito un respiro. Una vez dentro, humedezco mi rostro con agua fría y me digo a mí misma que estoy a nada de ir a casa; que debo aguantar un poco más.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora