Capítulo 29 | Lauren

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-Lauren-



El cuerpo de Camila descansa lánguido sobre el mío. Hemos pasado el día entero desnudas en mi habitación. No sé cuántas veces hemos hecho el amor, y no me interesa saberlo. Lo único que importa ahora es cuán feliz me siento.

La luz de la habitación es casi nula debido a que la noche está a punto de caer, pero ni siquiera la necesidad de luz hace que me mueva de dónde me encuentro.

Las yemas de mis dedos acarician su espalda con parsimonia. No puedo dejar de tocarla. A veces, lo único que deseo es comprobar que ella es real y que está aquí conmigo. A veces, sólo quiero fundirme en su aroma y escapar del mundo.

Su barbilla se apoya en mi pecho desnudo y me mira a los ojos. Luce agotada. Yo también estoy cansada, así que no la culpo en lo absoluto.

Su vista se posa en un punto en la pared y sigo su mirada para toparme de frente con la visión del cinturón que gané en el campeonato hace casi dos años. El año en el que la conocí y perdí…

Los recuerdos me golpean con más fuerza de la que espero. No puedo dejar de sentir un poco de nostalgia por la vida que perdí.

— ¿Lo extrañas? —La voz de Camila me saca de mi ensimismamiento. Me giro para mirarla y noto la sonrisa triste en sus labios.

— ¿Boxear? —Asiente y sonrío con nostalgia mientras aparto un mechón de cabello lejos de su rostro—. Con toda mi alma.

Nos quedamos en silencio unos minutos antes de que ella vuelva a hablar—: Podrías buscar la manera de seguir.

—Los especialistas dicen que es muy riesgoso. Puedo perder la capacidad de caminar si me fuerzo demasiado —sueno más triste de lo que pretendo.

—No me refiero a boxear, en sí —dice en un susurro dulce—. Podrías, no sé… ser entrenadora. Quizás no es lo mismo, pero sería como estar cerca de eso que tanto te gusta.

No había considerado esa posibilidad. Nunca me había pasado por la cabeza ser entrenadora y me siento estúpida al respecto.

—Nunca había pensado en eso —admito—. Podría ser una buena opción.

Ella se estira para llegar a mí, y deposita un beso en la comisura de mi boca.

—Te amo —susurra y se acurruca en el hueco entre mi cuello y mi pecho—, y nada me haría más feliz que verte feliz y plena.

—Soy feliz —digo, porque es cierto.

—Pero lo serías más si pudieses hacer lo que te gusta, de una u otra forma —susurra.

Nos sumimos en un silencio cómodo. No dejo de pensar en lo que ha dicho. La posibilidad de entrenar a novatos, no me suena muy descabellada; quizás pueda intentarlo.

— ¿Quieres comer algo? —Susurra ella.

—Me vendría bien una hamburguesa doble con todo —digo—. ¡Me agotas, mujer!

Una risa ronca la asalta y no puedo evitar reír con ella.

—Ahora resulta que soy yo la loca insaciable —se burla.

— ¡Vas a acabar conmigo! —Exclamo, con fingido horror.

Un golpe juguetón es atestado contra mi pecho.

—Idiota… —masculla.

—Te amo, Camila —río y beso su sien—, pero muero de hambre. ¿Vamos a cenar algo?

—Ni siquiera tengo fuerzas para levantar la cabeza —se queja mientras se acurruca más cerca. Su aliento cálido eriza la piel de mi cuello, pero la estrecho aún más fuerte contra mi pecho.

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