-Camila-
Los latidos de mi corazón son frenéticos, mis manos tiemblan y no puedo respirar correctamente. Los labios de Lauren recorren un camino de besos desde mi mandíbula hasta mi cuello y mi carne se ha puesto de gallina en un instante. Su lengua deja un camino húmedo y cálido, y soy consciente de cómo sus manos aprietan mi trasero con suavidad.
Me siento ligera como una pluma. Los besos de Lauren siempre han tenido un efecto sedante en mí; es como si todo mi cuerpo se programara para no hacer nada más que sentirla.
Mis dedos aprietan su camisa en puños, mientras inclino mi cabeza hacia a un lado para darle entrada profunda a mi sensibilizada piel. Ella canturrea en apreciación a mi gesto y una risita nerviosa brota de mi garganta.
Se aparta para mirarme a los ojos. No puedo hacer otra cosa que no sea aferrarme a ella. Una sonrisa juguetona se dibuja en sus labios y me levanta del suelo. Mis piernas se enredan en sus caderas; mientras que ella avanza por la estancia hasta su habitación, conmigo a cuestas.
El aroma de las velas de lavanda que encendí hace unos minutos, llena mis sentidos. Ella también parece notar el toque, ya que su sonrisa se ensancha y dice—: Piensas en todo, ¿no es así?...
El rubor se enciende en mis mejillas mientras me deposita sobre el colchón. De pronto se aparta y me deja ahí, tendida y expuesta a ella. Mis piernas están descaradamente abiertas, debido a que ella estaba sentada entre ellas, y me siento pudorosa.
Su mirada me recorre entera, y reprimo el impulso que tengo de cubrirme.
—Tócate —la orden sale ronca y profunda. Hay un deje salvaje en la manera en la que me mira, pero no puedo concentrarme en otra cosa que no sea el nerviosismo que me invade.
Quiere mirar cómo me toco, y yo no sé si voy a tener el valor de hacerlo. La vergüenza quema en mi torrente sanguíneo.
— ¿A-Ahora? —Chillo con un hilo de voz.
—Si —asiente, y sonríe—, quiero ver cómo te tocas.
“Oh, mierda…”
Me toma unos segundos armarme de valor. Mis ojos se cierran y tomo una inspiración profunda antes de guiar una de mis manos temblorosas hasta mi feminidad. Trazo caricias en mi punto más sensible y, por un momento, me olvido de dónde me encuentro y de quién me está observando.
—Oh, jodido dios del infierno… —maldice, para luego decir—: Mírame, Camila.
Me obligo a abrir los ojos y me encuentro de frente con su mirada oscurecida por el deseo. Traga duro cuando mis labios se entreabren en un gemido silencioso; eso me da el valor para acariciar uno de mis pechos con mi mano libre.
—Mierda… —dice en un susurro ronco y profundo; entonces, camina hacia mí. Yo dejo de tocarme y me incorporo en una posición sentada, sólo para enganchar mis dedos en su pantalón y atraerla más cerca.
Una risa ronca la asalta y murmura algo que no puedo entender. Se acomoda entre mis piernas y con mis dedos torpes forcejeo con el botón de sus vaqueros. Ella ríe un poco, antes de ayudarme a deshacerlo. Entonces, aferra sus manos a mis muñecas con suavidad, para detenerme.
—Despacio, Camila… —dice en un susurro cariñoso—. ¿Por qué estás tan nerviosa?, hemos hecho esto antes, ¿recuerdas?
Alzo la mirada para encontrar la suya llena de curiosidad y diversión. Siento el rubor calentando todo mi rostro, pero no me atrevo a decir nada. No me atrevo a decirle qué es lo que pretendo hacer. Es más fácil mostrarle mis intensiones, así que introduzco mis manos dentro del material elástico de su bóxer negro.