Capítulo 12 | Camila

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-camila-



Han pasado varias semanas desde la primera vez que pasé la noche en casa de Lauren. A partir de ese momento, hemos entrado a una rutina un tanto extraña pero agradable.

Casi no hablamos en la escuela. De hecho, no hablamos en lo absoluto. Sólo nos miramos unos instantes, y después, es como si no supiéramos de la existencia de la otra. Los fines de semana, por otro lado, me la vivo en su departamento.

No hacemos nada en especial. Sólo vemos películas, series y charlamos de todo y nada. A veces las cosas se ponen un poco oscuras y hablamos acerca de lo que fue de nosotras cuando nos separamos y de lo que sentimos durante ese periodo de tiempo. Le conté todo acerca de la muerte de mi papá y de cómo estuve a punto de abandonar la universidad, justo como Sebastián. Ella me habló sobre las terapias de rehabilitación y el pozo que poco a poco ha ido cavando para sí misma. Lo que se sentía extraño hace unas semanas, ha dejado de serlo y hemos llegado a tratarnos casi como amigas… casi.

Por las noches, recuesta su cabeza en mi regazo y acaricio su cabello hasta que se queda dormida. Es increíble el efecto tranquilizador que tiene éste simple acto en ella. Las pesadillas son cada vez más esporádicas…, o al menos eso es lo que ella me ha dicho; y parece más tranquila y cómoda a mí alrededor.

Hablamos de sentimientos, pero jamás hemos tratado de intimar de ninguna otra manera. Es como si hubiese una línea invisible entre nosotras. Una línea que no me permite llegar a ella y que ella no se permite traspasar.

Anoche, viernes, no pude quedarme en su apartamento, pero planeo pasar el resto del fin de semana haciéndole compañía.

Llamo a la puerta un par de veces antes de que Dave aparezca en mi campo de visión. Acaba de levantarse, pero no me importa haberlo despertado. Son casi las doce del día.

—Debí suponer que eras tú —masculla, pero me regala una sonrisa. Se aparta de mi camino y me deja entrar.

Alzo la bolsa que llevo entre las manos y sonrío.

—Traigo desayuno.

— ¡Oh, mierda!, ¡te amo! —sonríe aún más, y arrebata la bolsa de entre mis dedos.

Río un poco antes de preguntar—: ¿Y Lauren?

—Dormida —hace una mueca, pero no deja de revisar el contenido de la bolsa—. ¡Trajiste dedos de queso!, ¡eres tan genial!

Ruedo los ojos al cielo, y avanzo por el pasillo mientras anuncio—: Voy a despertarla.

— ¡Mierda!, ¡no!, ¡Camila, espera! —escucho sus pasos por el pasillo y me detengo frente a la puerta de Lauren. Me giro para mirarlo y me sorprende ver el nerviosismo en su expresión. Luce ansioso.

— ¿Qué pasa?

—No quieres entrar ahí —parece como si estuviese apuntándole con un arma, ya que alza las manos frente a su cuerpo.

— ¿Por qué?, ¿qué pasa? —digo. Tira de mi muñeca y me empuja lejos de la habitación.

Cuando llegamos a la sala cepilla las hebras rubias y rizadas fuera de su frente, y muerde sus labios antes de aclararse la garganta para hablar—: ¿Lauren y tú aún tienen algo?

Mi respiración se atasca en mi garganta y aprieto los puños con fuerza.

—N-No —digo, porque es cierto—. Sólo somos amigas.

El alivio surca sus facciones y rueda los ojos al cielo.

— ¡Gracias al cielo! —Exclama—, ¡creí que ibas a hacerle una escena por la chica con la que pasó la noche!

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora