capitulo 58

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                 Nathaniel Olivera

- La tienes?

Pregunte en cuanto recibi la llamada que esperaba.
Si, no podia no hacer algo al respecto. Sabia que Daphne no había salido en lo absoluto de la alcoba, mas que nada porque no habia permitido que lo hiciera. Y también sabia que habia llamado a la mujer que cuidaba de su sobrina para decirle que no podria ir a verle.  Como habia llamado si yo le habia quitado su movil? Simple, en muestra alcoba habia telefono. Pero lo que ella no sabia era que yo podia escuchar cualquier llamada que se realizara.

- ( Daniel ) La tengo señor. La niña esta completamente a salvo.

Respondio seguro. Solte el aire pesadamente y me relaje en el sillón de mi etudio.

- Perfecto. Esta noche que tu mujer le cuide y mañana a primera hora la traes a la mansión. Te gratificare por esto.

Prometi.

- ( Daniel ) No se preocupe señor. Mañana mismo llevaré a la niña.
- Gracias, hablaremos en la mañana...
- ( Daniel ) Si señor...
- Espera! Como se llama la pequeña?

Pregunté. Necesitaba saber ese detalle.

- Esmeralda, señor. Se llama Esmeralda y tiene cinco años.
- Gracias, nos vemos en la mañana con la pequeña. 

Me despedí. Mire inerte el rolex en mi muñeca y solte un pesado suspiro. Pasaban de las tres de la madrugada cuando por fin termine con todos estos pendientes y pude permitirme respirar apenas si mas tranquilo. Subi los escalones y atravesé el largo corredor hasta alcanzar las puertas de nuestra alcoba, tome la llave de mi bolsillo y abrí asumiendo que ella ya estaria dormida profundamente. Pero me equivoque, para mi sorpresa la encontré sentada en el divan frente al enorme ventanal viendo como la intensa lluvia que se habia desatado caia del otro lado de los cristales. Me escucho entrar y apenas si aparto un segundo los ojos esos grises de la tormenta en el exterior para verme solo un par de segundo antes de volver a enfocar su atención en la tormenta. Mire sobre la cama la bandeja que habia subido hacia ya varias horas para que cenara encontrando el plato intacto.
Aprete los dientes molesto, seguia llevandome la maldita contraria.

- Te ordené  cenar Daphne.

Hable en tono frio cruzandome de brazos. Hizo un leve movimiento  de sus hombros desnudos restando importancia a mis palabras y sin verme a los ojos respondio.

- No tengo hambre...

Aprete los dientes aun mas molesto .

- No te lo pregunte. Y sabes perfectamente que cuando hables conmigo tienes obligatoriamente que mirarme a los ojos.

Adverti.
Sus grises ojos se fijaron en los mios dolidos y furiosos a partes iguales. 

- Me importa poco lo que digas, no pienso cenar ninguna cosa. No. Tengo. Hambre...

Solto pausadamente provocandome.
No queria comer!? Malditamente perfecto!! Que no comiera si no quería, pero el castigo seguiria alargandose.

- No estas en posición de llevarme la contraria, pero te daré la oportunidad de rectificar esa maldita y altanera actitud tuya.
Me daré una ducha antes de dormir y espero que para cuando salga de ese baño hayas al menos comido el emparedado y tomado el yogurt, porque de lo contrario el castigo será incluso peor que hasta ahora. No me desafies Daphne, porque no te gustará lo que pase si eso ocurre.

Adverti. Camine hasta el vestidor, tomé un boxer negro y me metí al baño, tenía deseos de dar un maldito portazo, pero no lo haría. Dejaria la puerta abierta porque no queria dejar de controlar los movimientos de Daphne.
Deje que el agua caliente callera sobre mi cuerpo relajandome y apartando de mi sistema toda la furia que corria por mis venas, tratando con todas mis fuerzas contenerme de hacer lo que mi cuerpo pedia de solo tenerle cerca.
No lograba descifrarla, no entendia porque se resistia tan ferozmente a acceder a lo que estaba seguro que ambos deseabamos...
Porque no querer entregarse a mi? Si sabia bien que habia estado haciendolo con otros cientos en ese maldito lugar de donde la saque.  No podia ser un problema de dinero, porque tenia la certeza de que ningun otro poseia tanto dinero. Ninguno de sus malditos antiguos clientes tenian mas dinero y poder que yo. Al menos yo le estaba poniendo una vida completamente distinta a la porqueria que tenía, le estaba ofreciendo mucho mas de lo que jamas pudiera si quiera conseguir.
Tarde mucho tiempo en mi ducha, pero necesitaba relajarme antes de volver a la maldita guerra. Es lo que dicen en la guerra y el amor todo se vale, y por amor es que habia iniciado esta guerra con ella. Aunque no se lo reconoceria jamas.
Al salir del baño una vez mas la encontre sentada casi en la misma postura en que la habia dejado, pero a diferencia de ese momento ahora se brazaba a si misma y dejaba salir un silencioso llanto. El corazon se me estrujo de manera inevitable. Odiaba que llorara. Era algo que no soportaba.
Me acerque a ella y le obligue con una sola mano a que me mirara.

- Que tienes?

Indague, pero ella intento de nuevo apartarse de mi.
La sujete nuevamente y fije mis ojos en los suyos 

- Daphne dime que...
- No lo entenderias Nathaniel, dejame por favor...

Suplico llorosa. No soporté verle asi de angustiada. No era lo que queria de todo esto, por el contrario queria verle sonreir. Pero para lograrlo necesitaba que confiara en mi.

- Pruebame.

Insisti. Ella nego limpiando sus lagrimas pero no consiguiendo gran cosa y cada lagrima que de sus ojos caian abria una maldita nueva herida en  mi ser.

- Daphne...

Intente que mi voz saliera suave, serena. Tal vez si cambiaba un poco mi trato hacia ella se abriera y confiara en mi. Mi padre solia decir que las mujeres eran un misterio en si mismo y daba fe de que con mi madre el era especialmente dulce y paciente, cualidad que no herede de el.

- Habla conmigo...

Pedí. Lo que no esperaba era que se arrojara a mis brazos y me abrazara tan fuerte como podia. Lloraba desconsolada y me mataba por dentro saberla asi.
Mis brazos la envolvieron con cuidado, mi corazón latía con fuerza dentro de mi desnudo pecho y su perfume se colaba en mi sistema sin que pudiera evitarlo...

- Confia en mi nena...

Suplique en voz baja. Cuando sus ojillos grises volvieron a verme ya no pude resistirme a besarla, su boca sabia a una extraña pureza que me embriagaba completamente y me hacia perder todo tipo de control. 
Mis manos la pegaron todo lo que podia a mi casi desnudo cuerpo y mi boca bebia de la suya con una ansiedad casi que desconocida por mi, y lo peor no era eso, no. Lo peor era sentir como su boca aceptaba mi asedio y sus manos se paseaban por mis brazos arrastrando esas delicadas uñas por mi piel, quemandome y provocandome a partes iguales. Mis dedos se perdieron dentro de esa larga y sedosa melena roja y mis pies nos llevaron hasta el borde de la enorme cama. Perdido, estaba por completo perdido en su sabor...

A fuego lentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora