-DIECINUEVE-

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Lan Xichen no siempre fue un mal hermano, hubo un tiempo en que era todo para WangJi; podía aconsejarlo como un padre y entenderlo como su mejor amigo, abrazarlo como el hermano que era y cuidarlo como un tesoro cuando era más pequeño, estando siempre ahí, como un roble que no se mueve. Ambos pasaron por momentos de dificultad juntos y también los pasaron separados. La vida no ha sido fácil para ninguno.

A diferencia de la familia Jiang, que es amorosa, grande y de mente abierta, ellos sólo tenían a su tío, que si bien se aseguraba de que no les falte nada, se olvidó de entregar lo más importante: amor y comprensión. Para Qiren, un hombre criado a la antigua; no había tal cosa como depresión, penas de amor ni estudiar por vocación, tampoco existía tal cosa como la homosexualidad; eso era impensable, incorrecto e imposible. Totalmente antinatural.

Xichen siempre intentó desafiar a su tío con pequeñas cosas, como perforarse la oreja y ponerse un pequeño aro –que actualmente no ocupa–, vestir ropa de distintos colores y negarse a algunas de sus peticiones. En ese sentido, WangJi siempre fue más callado y hasta un poco sumiso, nunca desafió a su tío, lo más extremo que hizo fue dejarse crecer el cabello, pero su hermano siempre estuvo ahí. Quizás por eso espero que estuviera ahí cuando todo eso pasó.

Aveces uno no arregla las cosas por temor a empeorarlas más, este era en gran parte el caso. Xichen tenía claro que la jodió en todas las formas posibles, y si lo piensa con detenimiento, todavía no entiende por qué se nubló tanto. Quizás desde el principio nunca debió salir de casa. Hasta el momento, su vida es una pérdida constante.

Perdió a sus padres, perdió a su hermano, y sin conocer a sus sobrinos también los perdió.

De alguna forma, su vida se resumió a odiarse, fingiendo sonrisas tontas para llegar a casa y seguir odiándose. Su tío no lo quiere ni ver, su hermano tampoco, y solo bastó un encuentro para que sus sobrinos lo odiaran también. Al final, Wei Wuxian tenía razón; es un idiota. Xichen se levantó del sofá y miró su demacrado rostro en el espejo de la habitación.

Lucia cansado, con sombras negras debajo de sus ojos que cubrían con maquillaje a diario ¿El primer Jade de Lan? Ja, no existe. Ya no puede considerarse un Jade brillante de Lan, ahora es solo una roca sin valor que puedes tirar, patear y golpear a conveniencia. No es nada de lo que era en el pasado... Pero su hermano si. Oh, su hermano seguía brillando tanto o más que antes.

¿Por qué será que uno la jode tanto?

En eso, tocaron el timbre de su departamento. Desganado, fue a abrir.

—Hola. —Dijo Jiang Cheng. Xichen lo miró asombrado, sin saber muy bien que decir.

—¿Me vas a invitar a pasar o debemos hablar aquí afuera? —volvió a decir el Jiang, rondando los ojos. Se hizo a un lado y lo dejó pasar rápidamente. Jiang Cheng pasó y se sentó en uno de los sillones.

—¿A qué viniste? Que yo sepa, tenemos reunión el viernes.—Respondió el Lan, dudoso, sentándose frente a él.

Era un martes por la mañana y Xichen tenía el día libre, por eso era tan raro.

—Si, la cosa es que no vengo por la empresa. —respondió el Jiang, mirándolo algo molesto—. ¿Por qué carajo estás tan ojeroso? ¿duermes tres horas diarias o qué? Ya decía yo que era extraño que te maquillaras tanto.

—¿Hace cuánto tiempo te diste cuenta? —preguntó Xichen, algo avergonzado.

—Trabajo con modelos y gente que se maquilla a diario, sería más extraño que no lo notara. Respondiendo a tu pregunta, desde la primera vez que nos vimos en la oficina.

Xichen guardó silencio, con la mirada gacha. Jiang Cheng suspiró, totalmente ajeno al caos que estaba provocando.

—La cosa es que quiero que me acompañes a un lugar, es muy importante que vengas.

Papá Luchón | WangXian AU |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora