Dimitrio Sarris
Caminé desnudo enfrente de la cama viendo la silueta de aquella mujer que ahora me pertenece, admiré en silencio como sus piernas de flexionaban mientras aquella lencería de encajes lograba que mi ereccion y mis deseos se volvieran aún mas fuertes. La deseo con tanta fuerza que podría follarla todos las malditos días en cada rincón o lugar en que nos encontremos.
Sintiendo como mi cuerpo reacciona y se vuelve debil ante la maravillosa escultura de Stella, sus ojos brillosos mostraban ese destello de deseo que hací aumentar mis ganas de cogerla. Sus manos jugueteaban con los escajes que cubren sus senos mientras un estruendoso trueno retumbaba en la habitación. Era un ambiente perfecto, un ambiente que sin duda alguna demostraba sensualidad y atracción sexual, me miraba mientras sus dedos rozaban su abdomen y bajaban hasta su vientre haciendo que mis ojos viajaran junto a ella y sus inquietas manos. Hace no más de unos minutos había saboreado su húmedo sexo, la había sentido llegar al orgasmo con besar, lamer y succionar esa divina parte de su cuerpo pero no era lo suficiente para mí, estaba excitado y mucho, pero deseo perder por completo el control, y dejar que la oscuridad de mi habitación y las gotas de lluvia cayendo en la ventana me hagan cumplir los más fuertes deseos sexuales con mí mujer.
— Puedes hacer mejores cosas que solo quedarte allí observándome — murmuró bajándose de la cama lentamente hasta dejar sus delicados pies sobre el suelo — Puedo utilizar métodos placenteros para calmar eso — dirigió su mirada hacía mi miembro duro mientras mordía suavemente su labio inferior con notable provocación.
— Las mejores cosas se dan cuando las esperas muñeca — me dio la espalda dirigiéndose hacía la puerta de la habitación. Me sonrió con picardía recostando su cuerpo de la madera blanca de la puerta en posición sexy y jodidamente sensual.
— No me gusta esperar... y este encaje me esta molestando — afirmó entre jadeos mientras daba pasos lentos hacia ella con un mis dedos acariciando mi barbilla, ladee mi cabeza humedeciendo mis labios.
Stella me sonrió mientras sus dedos retiraban los tirantes de aquel sujetador de encajes en color negro. Su mirada estaba fija en mis ojos mientras cada parte de mi cuerpo se tensaba ante los juegos de sus dedos. Los tirantes cayeron a cada lado de sus brazos mientras su manos iban a su espalda mientras sus senos quedaban enfrente de mí con sus pezones erectos y firmes. Tomó el sujetador y lo dejo caer en el suelo para llevar sus manos y envolver sus pechos con sus manos mientras un gemido escapaba por completo de sus labios.
— Podrías tocarme tú si tan solo dejarás de mirarme. Te pierdes de la diversión — Comento agitada llevando sus manos hacía sus medias pantis.
— ¿Sabes que es lo mejor de mirar? — movio su cabeza de un lado a otro mientras retiraba una de sus medias — Que piensas en tus deseos y luego los pones en práctica — retiró su segunda media dejando los ligueros sueltos a cada lado de sus caderas.
— No te gusta improvisar — afirmó y di un par de pasos más quedando a escasos centímetros de su cuerpo.
— Me gusta controlar lo que quiero — su sonrisa se volvio aun mas emocionante — Así que no te detengas muñeca — sus manos se pusieron de nuevo en acción.
Sus delicados dedos tomaron el borde de la corta tela de encaje que cubría su sexo húmedo, y note como su piel sufría un escalofrío mientras la tela caía a sus pies. Desnuda, y con la luz reluciente y blanca que resaltaba la piel lisa y suave, estaba allí de mí acariciando su abdomen, bajando sus manos hasta su tocar su sexo, subiendolas para seguido acarciar sus pechos e incluso hasta rasjuñar su piel dejando una marca que a los segundos comenzaba a volverze rojiza. Suspiré pesadamente notando que aquella marca me volvía vulnerable delante de ella. Uno de mis fetiche, siempre ha sido marcar la piel de una mujer, me gustan de tez blanca para poder dejar su piel rojiza por unos buenos azotes, me excita ver ese color en cualquier parte del cuerpo y aunque ella no sepa que eso me gusta. Acaba de despertar a la bestía que llevo dentro.
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Entre Llamas Internas ✔1
RomanceMiradas lascivas lograban encender cada parte de mi cuerpo. Era prohibido, ilícito e limitado para mis deseos. Aún así, me excitaba. Yo era cenizas... Y en el momento en que tomó mi cuerpo, comencé a arder con codicia. Porque una vez que pruebas l...