|Capítulo 2: "Desconocido sin escrúpulos"

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Dimitrio Sarris en multimedia.

Stella Rose.

Una risa sarcástica salió de mis labios mientras colocaba mi mano encima de la suya que acariciaba mi espalda. Despacio alejé su mano alzando mi mirada encontrándome con esos ojos miel observarme inquisitivo. El hombre es alto, con ropa de marca que se ceñía a su torso tonificado, su cabello perfectamente peinado dándole un aire sexy y seductor, no podía sacar aquellas palabras de mi mente. Y su mirada no paraba de recorrerme el rostro y la tela que cubría mis senos. En mi interior sentía excitación y un cosquilleo en mi sexo muy palpable, y por mucho que su mano subiera de tono mi temperatura podía conocer sus intensiones y no me molesta porque mierda... ¡Es la tentación andante, es el mismísimo diablo dentro de esa mirada inquisitiva, es el jodido pecado carnal!

— Voy a morder mis labios las veces que me apetezca señor — una sonrisa se dibujó en sus labios y me escaneó de pies a cabeza.

— No quisieras conocerme muñeca, así que evita que abra esas piernas y golpee ese húmedo sexo — su voz ronca y firme me hizo sentir mi cuerpo débil mientras lo veía su lengua deslizarse por sus labios. Joder, no mentía al decir eso.

— No voy a cumplir amenazas de personas desconocidas — bebí de la copa notando de nuevo esa inquisitiva mirada — los hombres como usted no tienen límites, pero agradezco que conmigo los tuviera. — espeté con una sonrisa sarcástica volviendo a morder mi labio.

— Acabas me morder tus labios... - murmuró chasqueando su lengua ladeando su cabeza, es un narcisista en ese cuerpo de Dios — mis amenazas no son en vano muñeca, estas jodida — fruncí mi ceño confusa viendo una mirada enojada que se encontraba en sus ojos miel.

— Estas demente — me sonrió pasando una mano por su barba negando frenéticamente.

— Va a ser un juego divertido Stella Rose —separé mis labios respirando profundo totalmente consternada.

Me dio una ultima observada misteriosa y luego desapareció por la oscuridad que yacía detrás de él. Confusa miré a mi alrededor notando que la brisa ahora se tornaba fría, mi mente estaba apunto de colapsar con que nada más ese hombre con rasgo de Dios griego pronunciara mi nombre, ¿Cómo demonios sabe mi nombre? La intriga crecía muy dentro de mí, y sentía la necesidad de averiguar como sabía mi nombre, pero tampoco era que si lo buscaba y le preguntaba él iba a decirme. Obviamente no.

— ¿Señorita Rose? — di un respingo notando que me había ensimismado hacia la oscuridad por donde había desaparecido aquél hombre. Me giré suavemente notando un rostro confuso de Adrián — ¿Podemos seguir el recorrido? — asentí sutil bebiendo de la copa para ignorar el momento incómodo y dirigirme hacia el apuesto y amable hombre a mi lado.

En el fondo algo dentro de este lugar no me gusta.

Durante los minutos comenzaba a aburrirme de tanta explicación de Adrián y lo único que deseo es irme a casa y tumbarme en mi nueva cama. Todo esto era agotador y me preguntaba porque me harían un recorrido si solo vengo a trabajar. El recorrido se da el día el trabajo no antes ¿o si? Ok, no tengo idea de por que Adrián hace esto, pero recordar su rostro cuando nos detuvimos enfrente de una inmensa casa totalmente blanca que no se podía ver a simple vista, no fue algo normal. Este lugar es confuso y extraño.

— ¿Qué te ha parecido el club, no es hermoso? — pregunto fascinado mientras me acompañaba hacia la entrada.

— Es muy hermoso, gracias por el trabajo — le dedique una sonrisa.

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