|Capítulo 70: "Terraza"|

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Dimitrio Sarris

El maltrato físico; bien que puedo ir a prisión por haberla maltratado de esa forma, y aunque no estaba en mis cabales al hacerlo por el hecho de todo lo que ha causado este maldito huracán durmiendo en mi cama, sin poder moverse a causa del dolor y los moretones en su cuerpo. No me arrepiento porque se lo merecía pero me carcome saber que puede irse por esta mierda.

Sostengo la tarjeta en mi mano y la golpeo suavemente sobre mi palma suspirando despacio para relamer mis labios y observarla inquisitiva. Hay cosas en la vida que todavía no pueden salir a la luz, que adelantaran la inauguración me deja claro que con la carta del ERT se estan tomando en serio en querer destruirla. Quiero golpearla a cada que recuerdo que su maldita curiosidad la llevo a ser el punto fácil dentro de este mundo, no sé que le ocurre a esta mujer, a veces quisiera entender como puede poner su vida en riesgo solo porque alguien la amenaza de muerte, tantas veces le he dejado claro que yo voy a cuidarla y ella no escucha, solo va a embarrarse en esta mierda.

Un pensamiento me llega y suelto una risita poco audible cuando dejo la tarjeta sobre la comoda de nuevo negando divertido. Tal vez este exagerando, y vea las cosas de esta manera pero luego me doy cuenta que tampoco es una mala idea que haya estado haciendo ese tipo de cosas tiene seguro de vida conmigo, nadie tiene porque meterse en lo que es mío, salvo mi padre y a quien mandaré al infierno dentro de poco tiempo. Me regreso a la cama y la veo aun dormida, sigue allí acostada de lado con una mueca de disgusto a causa de su pecho y abdomen marcados, me doy cuenta de que a pesar de saber todo de ella no soy capaz de conocerla lo suficiente. Me acuesto y me cubro la desnudez con la sábana de seda y me acerco a ella pegando su espalda en mi pecho, puedo ser un insensible porque lo soy muchísimo, pero cuando estamos a solas y ella sumida en un sueño me doy cuenta que soy débil y que delante de mí hay algo que nunca en mi vida tuve.

— De pequeño moría por ser un adulto, tener tantos lujos y despilfarrar dinero en cosas innecesarias, hasta que encontre lo que en verdad me ha gustado en la vida — susurro viendo que a pesar de que mi brazo le rodee la cintura sigue igual de tranquila — nunca tuve un proposito, comencé a hacer el trabajo sucio de otros por placer haciendo que ellos obtuvieran lo que quisieran mientras yo me desquitaba — respira tan pausado que por un momento pienso que le cuesta coger aire — Soy un corrupto, un sádico fetichista, me encanta la sangre, el poder, el dinero. De niño me criaron para esto, soy una bestia, un hombre al que todos le temen y no pondrían ni un dedo en mi hombro cuando ya los estoy matando con mis propias manos. Impulsivo, y obstinado, hago lo que quiero y no tengo límites porque yo mismo me detengo cuando debe de ser necesario Stella. No soy perfecto, y tampoco quiero que conozcas algo que puede llegar a destruirte lentamente —

No dice nada pero me desahogo sabiendo que si tan solo algún día supiera la verdad de mí, no querría ni verme a la cara por la conmoción. Porque todo lo que dije es cierto y no hay ni una puta palabra que sea mentira, ella nunca lo sabrá porque me encargue de eso personalmente, pero me carcome que a veces haga estupideces por saber quien soy a lo que solo obtiene palabras variadas y miles de mentiras que yo mismo he dejado que la gente sepa.

•••

Salgo a la terraza dejándome caer en una silla escuchando las gaviotas en el cielo mientras apoyo mi codo en el reposabrazos y mis nudillos en mi barbilla con la vista fija en el mar que se ve a una distancia un poco alejada. La terraza del edificio es un lugar íntimo al que suelo venir sin interrupción alguna, saco un cigarrillo y lo enciendo cuando la voz del italiano me llega a los oídos haciéndome sentir tedioso de su presencia. Últimamente quiero matarlos a todos.

— Un viaje largo para venir a verte mi hermano — ruedo los ojos cuando se comunica en inglés haciendo que le de una calada al cigarrillo mirándolo apático.

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