Stella RoseLos días pasaban como una estrella fugaz. Como un sueño que jamás creí que iba a suceder, como el viento fresco de la isla más grande Grecia. Todo se volvió uno de los pasatiempos más placenteros de la vida, entre besos, entre caricias y un amor tan confuso que me hace buscar una razón que me haga entender como es que el hombre a mi lado y yo nos enamoramos de esta forma.
Mis sentimientos, nunca había llegado a sentirme feliz, plena y alegre de estar con alguien. Dimitrio es la excepción, le he demostrado todo lo que he sentido por él y me pongo a pensar desdela primera vez que le dije que le quería. Trago saliva nerviosa cuando escucho su voz grave dentro del auto y percibo su aroma impregnado en el interior. Mi corazón late constantemente y una sonrisa de emoción se posa en mi rostro, escucho el sonido de un piano fuera mientras suelto una risilla nerviosa.
- ¿Ya puedo ver es eso que necesitas mostrarme? - inquiero cuando siento algo suave recorrerme la piel expuesta de mi pecho.
- No seas impaciente Stella - adivierte con la voz ronca haciendo que me cruce de brazos sin poder verlo.
Los días aunque pasaron muy rápido, pude conocer a un hombre distinto al que había conocido, sus atenciones eran increíbles, algo que nunca pensé que él me daría; rosas rojas sobre la cama, algunas palabras elocuentes y conversaciones triviales sobre lo que nosotros estabamos teniendo en este momento. Dejaba a un lado los negocios y las llamadas urgentes cuando me veía usando sus camisetas o solo unas tangas de encaje negro.
No puedo negar que nuestra estadía en la mansión al lado de los hermanos y Michelakos me hizo sentir en familia. Pasabamos la mayoría del tiempo junto con ellos, pude conocerlos y darme cuenta de lo importante que era para ellos estar unidos, y aunque se molesten de las cosas que Dimitrio suele hacerles para arruinarles un poco su existencia, aunque se odien en ocasiones se lo mucho que Dimitrio los aprecia y pasa tiempo con ellos con esa expresión tediosa. Michelakos por su lado solo me relata ciertas cosas sobre sus hijos y lo mucho que admira que sus caminos sean impulsados por el bien de las personas a su alrededor. Claro que, luego de pasar tiempo con ellos, me veía desapareciendo en ocasiones para tener encuentros sexuales con el insaciable hombre que esta a mi lado.
Perdí la cuenta de las veces que estuvimos follando en las diferentes partes de la mansión y en un lugar muy alejado de toda la familia. Habían sido unos buenos días y anhelaban que siguieran así hasta que todo el show de la ciudad pasara de forma lenta. Agradecía no haber tenido problemas ni inconvenientes con respecto a las personas que estan detrás de mí, lo menos que yo necesitaba era drama cuando justamente tengo a Dimitrio demostrándome con hechos que me ama, porque las palabras dulces para él no son su fuerte.
- Siento curiosidad de quitarme esto - llevo mis manos y palmeo los dedos sobre la venda que cubre mis ojos escuchando su voz arisca haciéndome reir.
- Deja la venda Stella - ordena y alzo mis manos concentrándome en su voz gruñona dentro del auto.
Escucho la puerta y muerdo mi labio queriendo saber de donde proviene esa melodía de piano que me tiene al borde del colapso mental. Una de las cosas que más me ha gustado en la vida es el sonido de uno de los instrumentos más hermosos del mundo, mi pecho se agita cuando escucho el sonido de una puerta cerrarse y llevo mis mano hacia mi puerta dándome cuenta que todavía sigue cerrada. Dimitrio me saco de la mansión porque quería mostrarme algo y también porque no quería que interrumpieran en nuestra habitación como Dion y Acacia han hecho en ocasiones. Sonrío frotando mis manos por mis piernas sobre la tela de satén que Dimitrio me hizo usar, tiene una obsesión con esta tela lo cual a mi no me molesta en lo absoluto porque me gusta complacerlo con mi vestimenta con el único fin de hacer que sus pensamientos se transformen.
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Entre Llamas Internas ✔1
RomanceMiradas lascivas lograban encender cada parte de mi cuerpo. Era prohibido, ilícito e limitado para mis deseos. Aún así, me excitaba. Yo era cenizas... Y en el momento en que tomó mi cuerpo, comencé a arder con codicia. Porque una vez que pruebas l...