|Capítulo 41: "Saludo"|

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Dimitrio Sarris

Maldición, han pasado solo unos cuatro días y siento voy a explotar sin saber nada de Stella. Lo único que se es que solo lee mis mensajes y no se digna si quiera a responderlos y me esta jodiendo a cada maldito segundo.

No tengo palabras para disculparme con ella por lo que hice porque no me arrepiento de haberlo matado, y si me sentí jodidamente feliz de hacerlo porque me había hecho enfurecer de una forma que no me importó lo que Stella pudo pensar. No pienso, ni quiero, ni voy alejarme su lado porque mucho que ella me lo exija porque es mi muñeca y deseo tanto tenerla conmigo en estos momentos. Aunque me molesta tenerla lejos soy muy inteligente, sé que si me aferro a ella la voy a terminar cansándola y va a querer que la deje en paz aún sabiendo lo mucho que puedo controlarla, y por otro lado si me voy, ella va a extrañarme y entenderá que respecto su decisión a parte de que soy comprensible con ella.

El tema de ese hombre que la vigila desde las sombras me tiene obstinado todos los días, no quiero que nadie este pendiente de lo que no es suyo y aunque sé que todo esto es obra de hijo de puta de mi padre no merece un reclamo, y debe creer que estoy tomándome todo esto en serio. Encontrar a ese imbécil es un punto clave para acabar de una maldita vez con los planes de mi padre y así poder tenerla para mí. La objetividad es mi fundamento cada día porque yo no actúo de buenas a primera, soy meticuloso, si llegan a joderme yo voy hacerlo, pero mucho peor.

El hecho de que Stella se diera cuenta una parte de lo que soy me molesta porque se supone que ella no debe de saber nada sobre mí, es por su bien ya que solo trato de protegerla de la bestia inhumana que soy, la protejo de una verdad que no es agradable y que en el fondo puede llegar a lastimarla. Camino por una de las calles más transitadas por los turistas mientras le doy una calada al cigarrillo, fumar es algo que me gusta realizarla en ciertas ocasiones cuando siento que debo relajarme pero últimamente no paro de furma a causa de la tensión que cargo encima con tantos problemas, y entre ellos el club, ser socio trae sus consecuencias a la hora de un problema y aunque estoy tratando de reparlo me esta costando más de lo normal.

Llegué a una cafetería llamando a una mesera mientras le pedía un café espumoso y sin mucha azucar. Me sente viendo el sol mientras a cada segundo revisaba la hora en mi reloj esperando que los imbéciles llegaran, suspire porque cada minuto me estoy obstinando más, el café llego y eché el cigarrillo en la calle sin importarme una mierda. Nunca me he sentido tan desesperado e impotente, cada vez me siento peor, y solo me desquito con personas que no valen la pena.

Maldición, todo es su culpa.

Si tan solo dejara de atormentarme en las noches con sus jodidas curvas y su piel bronceada, se mete en mis sueños con sus sonrisas pícaras haciendo que cada vez me cueste soportar la idea de seguir teniendola lejos. Se mete en mi cabeza a cada rato recordándome lo jodido que me tiene y aunque no es digno para una bestia como yo decirlo, porque mucho que no quiera admitirlo, la extraño más de la cuenta y necesito verla cuanto antes.

- Señor Sarris - alce mi vista dejando el cafe sobre la mesa viendo a mis dos abogados sentarse en frente de mí.

- Que sea rápido porque todo esto me tiene jodido - espeté llevando el café a mis labios.

- Sobre tus planes de negociaciones no hay ningun problema, el local de Paros esta en perfectas manos, con respecto a lo legal se deben hacer varios trámites para que tenga una licencia y la policía no pueda intervenir pero debe hacerlo usted mismo - suspiré rodando los ojos.

- ¿Cuando debo viajar a Paros? - inquirí tedioso.

- Cuando usted lo desee señor, no tenemos apuros además no hay nada de malo, solo son trámites normales - tomo una carpeta de su portafolio entregándomela - Por cierto, aquí le hago entrega de las ultimas compras, todo esta en orden - asentí tomando la carpeta en silencio.

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