Capítulo 11

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Era domingo y ya eran las diez de la mañana, desde ayer le había contado el plan de ir al cine a la castaña y le pareció muy bien, solo que le tenía que pedir permiso a sus papás, se apenaba por eso, pero ellos solo se preocupan por ella y yo entendía perfectamente que tenía que pedirles permiso, porque yo también lo hacía con mis papás. Sonó mi celular y sabía perfectamente quien era por el tono personalizado del mensaje. 

-Buenas noticias mis papás me dejaron ir. 

-¡Perfecto! Entonces nos vemos al rato. 

Ya eran las doce y ya estaba arreglada, espere a que llegara Leo leyendo una de las mejores trilogías que he leído, “los ojos de mi princesa”. Hasta que tocaron la puerta a las 12:59, me despedí de mi mamá y mi papá y salí. 

—Hola Leo—subí a su auto dándole un abrazo. 

—Hola, que milagro que te acuerdas de mi nombre—dijo cuando nos separamos del abrazo y comenzó a reír, puse los ojos en blanco y también me reí. 

—Prende el auto y avanza, que ya nos debe de estar esperando. 

—Está bien, ¿cómo van las cosas con ella?—dijo con la vista fija en el camino. 

—Bien, nos llevamos muy bien—dije tratando de evadir el tema. 

—No me refiero a eso, se nota que pasa algo más entre ella y tú, estás enamorada. 

Me quedé callada, no sabía qué contestar, él era como mi hermano y jamás me iba a juzgar, pero eso era cosa de dos y quería que se mantuviera así. 

—Leo, no preguntes, te quiero mucho, pero eso es entre ella y yo, prefiero que eso sea más privado. 

—Está bien, no me enojaré, necesitas tu privacidad, pero cualquier cosa sabes que estoy aquí. 

—Gracias por entender, eres increíble. 

—Tú también eres increíble, me da gusto verte tan feliz—dijo apagando el auto enfrente de la casa de ella—llegamos, ve por ella yo te espero aquí. 

Baje del carro, y toque la puerta, abrieron de manera rápida, y era ella. No sabía porque seguía sintiendo mil mariposas en mi estómago cuando la veía, después de que ya nos habíamos besado, abrazado y tomado de la mano, pero en fin ese era el poder que la castaña tenía en mi, se veía hermosa. 

—Hola, ya estoy lista—dijo saliendo de su casa cerrando la puerta detrás de ella. 

—Hola, te ves hermosa—dije sonriendo y mirándola a los ojos, por lo que se sonrojó. 

—Tú también te ves hermosa—me abrazó.

Me estaba volviendo adicta a sus abrazos y sus besos, que se me pasó por la mente como sería el día en que nos separemos, simplemente yo no sería la misma persona, esa chica me hacía sentir tantas cosas con una simple mirada y no podría estar sin ella. 

—Vamos, Leo nos está esperando en el auto. 

Nos subimos en los asientos de atrás, la ojiverde saludo a Leo y él a ella, y nos fuimos de ahí, nadie habló en el camino íbamos escuchando canciones cuando sentí que tomó mi mano y se puso a jugar con mis dedos. 

Voltee para donde estaba la castaña y ella estaba volteada para otro lado pero tenía mi mano entre la de ella, quizá sintió mi mirada por lo que volteo, y nos miramos por unos segundos sin expresión hasta que sonreí y ella se acercó a mí para besarme, fue un beso corto porque estábamos con Leo. Estaba segura de que él vio lo que hicimos, pero también estaba segura de que no haría preguntas.

Ya habíamos llegado al cine, estábamos todos juntos esperando para comprar las palomitas y los refrescos, había mucha gente pues era domingo. Ya estábamos en la sala habíamos comprado boletos para una película de terror, yo claramente me senté junto a la castaña. Antes de que entraramos me dijo que ella se ponía muy intensa en las películas de terror que no debía de reírme de ella.

—¿Puedes darme la mano?—preguntó con un susurro a media película.

—Claro—estire la mano para que la pudiera tomar.

—Está cosa da demasiado miedo—dijo tomando mi mano, yo solo me reí, porque se notaba que si le daba miedo, todo lo que iba de la película se la pasó saltando porque los fantasmas salían de repente y dando pequeños gritos, me daba demasiada ternura parecía una niña pequeña.

La película me gustó, aunque era muy común la trama, lo mismo decían mis amigos y ella los apoyaba, no quería que se enteraran de que le dio mucho miedo, de verdad me hacía reír demasiado. Los chicos planeaban ir a comer a algún lugar que quedara cerca de ahí, pero a mi se me ocurrió pasar más tiempo con la ojiverde. La invitaría a mi casa.

Ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora