Capítulo 35

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—Te voy a ganar—se levantó de la cama y salió corriendo tarde unos segundos en comprender sobre qué hablaba hasta que me levanté y corrí detrás de ella.

—¡Eso es trampa!—volteo a verme y sonrió, había dejado de correr, ya había bajado las escaleras era muy rapida.

—Un poco de trampa nunca está de más, pero como llegaste después de mí, te toca hacer el desayuno—aseguró burlona.

—Que conveniente, y ¿que quiere desayunar la señorita?

—Hot cakes, desde hace mucho tengo ganas de eso-sonrió emocionada.

—Está bien, pero serás mi asistente—la tomé de la mano y fuimos a la cocina, afortunadamente mi mamá tenía todo para hacer hot cakes y no tendríamos que salir a comprar.

Comenzamos a hacer la mezcla juntas, entre risas y bromas, calentamos la sartén donde los haríamos ella hizo los dos primeros y cuando los sacó comencé a reír.

—Oye son horribles esos hot cakes—afirme entre risas y ella me dio un golpecito.

—Creí que me amabas—exclamó haciéndose la enojada.

—Que te ame no significa que no te diré cuando las cosas salgan mal, hermosa—me acerqué para darle un beso rápido.

—Me gusta eso, otra razón más para amarte—me abrazó y seguimos haciendo hot cakes.

Terminamos de comer, nos cambiamos de ropa y nos fuimos, no tenía idea hacia dónde pero con ella no importaba mucho el lugar.

Por alguna extraña razón mis padres no se habían llevado el auto, así que lo tomé prestado. Estaba conduciendo sin rumbo cuando recordé que justo ese día abrían una pequeña feria que era sobre plantas, acompañaba a mi mamá cuando estaba pequeña pero hace mucho no lo hacía, así que se me ocurrió llevarla había posibilidad de que no hubiera estado nunca, así que podría ir conmigo la primera vez. Llegamos y todo el lugar se había vuelto más grande y era más hermoso, la castaña veía todo el lugar con una gran sonrisa y entendí que nunca antes había ido.

El verde de todas las plantas ahí me recordaba a sus ojos, y yo de verdad amaba sus ojos y por lo tanto a las plantas también.

—Hay que compartir plantas iguales—dije entusiasmada y la castaña me miró confundida—todas o la mayoría de personas que se quieren tienen suéteres iguales, camisas iguales, collares iguales, pulseras iguales y muchas cosas más. Tú y yo tendremos una planta igual, y la cuidaremos como nos cuidamos la una a la otra.—Sonrió maravillada, sus ojos brillaron.

—Sí hagámoslo, me encanta esa idea—me abrazó.

Estuvimos un rato pensando en que planta nos llevaríamos a casa, hasta que vimos una pequeña con una flor aún más pequeña, supimos que esa era la indicada. Ella pagó por una y yo pagué por la otra, la castaña me dio su planta y yo la mía aunque eran totalmente iguales.

Estábamos realmente felices, esa planta significaba mucho entre ella y yo.

Estuvimos un rato más ahí pero después recordamos que tenía que estar en su casa a las dos de la tarde y eran las dos quedaba un poco lejos, así que decidimos irnos.

En el camino escuchábamos canciones, ella estaba cantando y bailando un poco con la planta en su mano.
Vaya, de verdad disfrutaba estar con ella, hacía que todo se volviera más especial, todo era perfecto con ella a mi lado. Yo solo volteaba de vez en cuando y sonreía aunque también estaba cantado.
Hasta que después de cuarenta minutos llegamos a su casa y me baje con ella.

—¿Sabes? Salir contigo nunca perderá su magia, te amo—sonrió y sentí las mariposas en mi estómago, tenía ganas de besarla pero no, podría ser riesgoso.

—Pienso lo mismo, aunque nos alejemos no creo que la magia termine, y también te amo—le di un abrazo y un beso en la frente, ella me dio un beso rápido, sonrió y se metió a su casa.

Dios realmente la amaba, daría mi vida por ella si fuera necesario, tenía miedo porque había oído que el amor es algo que no dura para siempre y si era así iba a doler demasiado que ella se fuera de mi lado.

Cuando llegué a mi casa Leo estaba ahí, tenía en sus manos bolsas repletas de comida, lo mire con ambas cejas levantadas y el solo río.

—Oye llevo esperándote demasiado, ¿qué tanto hacías con la castaña?

—No hacía nada Leo, la lleve a la feria de la planta es todo, espera ¿cómo entraste? Mis padres no han llegado y deje cerrado.

—Pues que mal cierras, esa puerta estaba abierta—dijo entre risas—Ya comamos, muero de hambre.

Comenzamos a comer unas hamburguesas que trajo, estaba realmente buenas, cuando mi celular vibró, era un mensaje de la castaña.

Ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora