CAPÍTULO 39 - UNA OPORTUNIDAD - FINAL

227 19 8
                                    

Desperté justo antes de que la vejiga me explotara a causa de un pinchazo en una costilla; la cabeza de Akami casi parecía estar enterrada, lastimándome, y un extraño peso impidió que me levantara. A ella aún no se le quitaba la malacostumbre de ponerme la pierna encima a medianoche. No me molestaba que lo hiciera, pero cuando pasaba toda la noche sin orinar por su culpa, me despertaba con ganas de darle un empujón.

Alcancé a ver debajo de la puerta, con la vista nublada, las sombras de pasos avisar que ya todos estaban despiertos. Pegué un respingón liberándome de Akami.

Después de alistarnos corrimos hacia el Salón del Equilibrio. Esperaba encontrar a Renzo, colérico, por mi falta de disciplina con el horario. Aunque no fuese la primera vez que llegara tarde, él jamás aceptaría que me presentara ni con un minuto de demora. Abrí la puerta, golpeándola contra la pared. No había nadie. Pero los banquitos estaban desorganizados y el portapapeles de Renzo estaba sobre su escritorio. ¿A dónde se habrían ido?

Alguien se asomó, cuidando de no interrumpir la práctica:

—¿Aquí tampoco hay nadie? —preguntó Akami—. Qué extraño... Deben estar en el comedor, vamos.

Me fijé a varios metros de distancia que no entraba otra alma en el comedor. Algunos hayashers decidieron salir y esperar en los pasillos. Ya no había asientos disponibles.

—¿Qué está pasando? —le pregunté a Ellen, que estaba en la entrada cambiando su peso a la otra pierna.

—Ni idea. Los tutores dijeron que bajáramos. Llevo aquí como media hora y aún no dicen nada. —Se cruzó de brazos—. Estoy harta de esperar.

—Creo que nos darán una noticia importante —dijo Akami—. Siempre que nos mandan para acá, es para eso.

Todos hacían especulaciones acerca de lo que podía ser. Las que más abundaban trataban sobre la integración de una nueva práctica o nuevos reglamentos; comentaban que se debía por la pelea de Akami y Julio, o por el insulto de mi parte hacia el tutor Shen el otro día; qué estupidez. La incertidumbre los tenía al borde de la locura.

—Chicas, ¿os habéis enterado de algo? —dijo Danniel, nervioso. También se había quedado dormido, lo supe por las bolsas bajo los ojos.

—Por ahí dicen que se abrirá una nueva práctica, pero no estamos seguras —respondió Ellen.

—¿Has visto a Eric? Tal vez él sepa —dije.

—Debe estar reunido con los demás tutores.

—Oh, claro. Olvido que es... alguien importante.

Danniel me rodeó con su brazo como de costumbre.

—Saldrá en un rato, no te preocupes. Oye —Me apartó discretamente de Ellen y Akami—, lamento que perdieras el combate de ayer.

Volví el semblante, atónita.

—¿Estuviste allí?

—Venga... ¿cómo me iba a perder tu primer encuentro?

—Fue patético —dije, ocultando la cara hacia un lado.

—Vamos, estuvo de puta madre. No ganaste, pero nosotros flipamos viendo cómo le zampabas el culo a ese tío. —Se carcajeó.

—Sabía que no estaba permitido golpearlo allí. No tenía otra salida.

Llevó la mirada hacia el frente, atento:

—Creo que ya vienen.

Los tutores decidieron hacer acto de presencia junto a la directora. Sus caras demostraban una ligera mezcla entre descontento y cansancio. Subieron los escalones de madera y se ubicaron en el balcón donde acostumbraban a guindar las pancartas con alguna noticia relevante. Jamás había subido hasta allá. Detestaba ser el punto de enfoque. Aquellos que estaban sentados cómodamente sobre las mesas despejaron el área. También detestaba eso. ¿Acaso no eran conscientes de que estaban sentados en el mismo sitio donde colocaban el pan todos los días?

A flor de piel [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora