CAPÍTULO 25 - UN CASO HIPOTÉTICO

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Fui al depósito en busca de pócimas anaranjadas cadmio. Debía trabajar en cómo generar distintos tipos de dolor en el cuerpo para inmovilizar al oponente. Noté que uno de los frasquitos en la caja tenía el color pálido, vencido. La alcé hacia la luz de la lámpara y detallé burbujas acumuladas en el borde. La sacudí y volví a colocarla frente a la luz. Estudiando qué clase de defecto podía presentar, avisté detrás de ella, en el techo, un octágono con forma de botón. Era el símbolo del castillo. Recorrí los estantes hacia el final del depósito y me situé debajo de la forma geométrica. La figura parecía una especie de puerta por la separación que había entre el marco y el techo.

«Si no es un ático es una entrada secreta», pensé.

Salí del depósito. Ya era hora de buscar a Eric.

Fuimos al balcón del Cielo y repasé mentalmente todas las pócimas que había estudiado, teniendo presente aquellas que eran de un nivel superior. Estaba lista, pero Eric aún no iniciaba el cuestionario. Estaba observando algo en dirección al bosque Sin Fin. ¿Qué le ocurría? Seguí su mirada, hallando el atardecer. Los rayos que acuchillaban las nubes parecían la entrada al paraíso.

De soslayo advertí su cara pintada de matices cálidos. Quise quedarme viendo este nuevo paisaje tan exquisito como en mis sueños. Navegué por el perfil de su nariz y aterricé en sus labios misteriosos, los cuales estaban sellados. De pronto el viento lo acarició y un par de líneas a un extremo de sus ojos se marcaron.

—¿Qué piensas, Eric?

Continuó viendo el cielo, enamorado.

—Sería un pecado pensar en algo teniendo en frente un panorama como este, ¿no crees? —Volvió el rostro en mi dirección.

Llevé la mirada hacia el papel, evadiéndolo, y pregunté:

—¿Comenzamos ya?

—Te veo insegura. Dame ese papel.

Se lo entregué, mirando la última pócima en la lista.

—Cuando estés peleando no lo llevarás contigo. —Lo dobló—. Piensa bien lo que vas a contestar cuando te pregunte, ¿correcto? Ahora, ¿para qué funcionan las pociones rojas?

Las pociones rojas eran independientes, sin embargo, había preguntado sobre su función y no tipo.

—¿Qué clase de rojo?

—Rojo, simplemente rojo.

Una de las primeras lecciones consistía en grabarse de memoria que todas las pociones se clasificaban en cuatro colores. Cada uno tenía una función diferente:

Rojo china (i): Controla la electricidad.

Rojo sangre (i): Agudiza los sentidos.

Rojo flamingo (i): Hace levitar.

Rojo vivo (i): Hace confesar la verdad.

—Eric, «simplemente rojo» no existe. Hay cuatro tipos y todos tienen funciones distintas, así que no puede ser «simplemente rojo» —repetí.

—Bien. ¿Para que funciona la poción azul?

—No existe la poción azul.

—¿Cómo que no? —Frunció el ceño—. Respóndeme bien.

—A ver, todas las pócimas están conformadas por cuatro colores. No existe solo rojo, azul o amarillo. Tiene que haber otra palabra que la acompañe. Por ejemplo, el azul se divide en marino, celeste, hielo y turquesa —dije—. Vamos... hazme una buena pregunta.

—Ah, bien. Entonces... ¿cuál es la desventaja de utilizar la poción azul hielo en un combate a larga distancia si tu enemigo utiliza un arma de fuego?

Lo observé, pasmada. Él también me veía, esperando la respuesta.

—¿Qué? ¿Está muy difícil?

—No había pensado en eso.

Asintió.

—Te voy a enseñar algo: en un combate real tienes menos de cinco segundos para pensar en tu siguiente movimiento. Está bien que no sepas qué responderme ahora porque nunca has vivido una pelea real donde tu vida esté en riesgo. —Me entregó la hoja—. Tienes que pensar en qué harás. ¿Te defenderás? ¿Atacarás? ¿Improvisarás?

—¿Improvisar... un ataque? ¿Eso es posible?

—Por supuesto. Pero te arriesgas a perder. Haz eso ahora. Improvisa una respuesta. ¿Cuál es la desventaja de utilizar la poción azul hielo en un combate a larga distancia si tu enemigo utiliza un arma de fuego? —repitió—. Te doy tiempo ilimitado.

Se relajó, mirando el cielo. Algo parecido a la envidia me sacudió.

La poción azul hielo servía para congelar el tiempo. Muy bien. Pero ¿qué pasaría si yo intentara evitar que una bala hiriera a alguien con esa poción? El combate era a larga distancia. Una ventaja a mi favor. Pero la poción azul hielo se tardaba alrededor de cuatro o cinco segundos en alcanzar la inmovilidad absoluta. No congelaba una escena de inmediato. ¿Entonces qué sucedería con la bala? La pócima no la detendría a tiempo porque su velocidad sería mayor. La distancia, aunque fuese larga, no representaba ninguna ventaja como lo había supuesto al principio. La pócima azul hielo no era una buena opción.

—No funcionaría. La velocidad de la bala es mayor que la de la pócima. La desventaja es el tiempo. Tendría que activar la poción antes de que mi oponente accione el arma o... utilizar otra poción.

—¿Cuál usarías tú?

Una pócima que se acercara o igualara en velocidad...

—Cualquiera de las violetas, a excepción de la mora, que es contra ataques mentales. El efecto de ellas es inmediato.

Eric me regaló una mirada serena, la misma con la que observaba el cielo.

—Muy bien, Nina, salvaste a alguien.

Se levantó.



Hayashers, ¿qué les pareció este capítulo? 

Los quiero.

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