Mi cerebro comenzó a percibir imágenes mientras que los latidos de un corazón me retumbaban en la cabeza una y otra vez. El pinchazo en el estómago ocasionó que las piernas me fallaran. De pronto un hormigueo gélido me recorrió la planta de los pies, ascendiendo. Y cambió. A partir de la columna el impasible frío se transformó en una ardiente llama.
No me dispararon a mí, le dispararon a Eric. Intentó hablarme telepáticamente, pero yo estaba bloqueada con un sinnúmero de pensamientos que giraban en torno a nada. Se balanceó y cayó sobre uno de mis hombros. No tuve suficiente fuerza. El peso de ambos nos tumbó. Lo arrimé hacia mi regazo e intenté levantarlo por la espalda. Entonces algo tibio hizo contacto con mi piel. Eric se estaba desangrando.
«Dios, ¿qué hago? ¿A quién llamo?», pensé, sufriendo una especie de espasmo en un brazo por mantener su cabeza enderezada.
—Quédate... quédate aquí —susurró, mientras sus dedos buscaban retenerme.
Los ojos de Eric se apagaron y su mano cayó.
Levanté el rostro, quebrada, en busca del culpable. Y lo vi. Pude ver la cara del diablo. Una piel nívea, unos ojos claros y una sonrisa burlona. Me puse de pie, dolida, y me fui acercando a Destiny. Pero ella intuyó que algo andaba mal en mi forma de aproximarme. Yo no mostraba miedo ante la idea de que tuviese un arma. Retrocedió, apuntándome. Avisó un par de veces que no continuara. Pero ya no importaba.
El sentimiento de aflicción fue remplazado por el de ira haciendo que una energía contenida en el centro de mi pecho se dejara conocer en un grito. El alarido que se originó desde mi garganta produjo vibraciones a través de las paredes que quebraron las ventanas de alrededor. Destiny comenzó a destilar sangre por los ojos y oídos, desplomándose como los pétalos de una rosa. Envenenada con su propio odio, herida por sus propias espinas. ¿Valió la pena enfrascarse? ¿Por qué no soltar? De eso se trataba el florecer: de soltar lo que tanto nos lastimaba porque ya no había nada porqué luchar. Ese lugar de felicidad, en brazos de alguien que justo ahora desconocías, cuyos besos sabían diferente, había muerto. Pero fue lo único que ella se pudo llevar. Ya en el suelo, el lacio pelo cubrió la mitad de su rostro. No se movió más.
—¿Destiny? —llamé. Sus ojos habían perdido el brillo característico—. ¡¿Destiny?!
Estaba muerta. Yacía embelesada en la idea de que atravesar el pedregoso camino de la venganza la ayudaría a llenar el vacío que quedó después de su ruptura. Llegó al único destino posible: la muerte.
—Eric —Regresé, asustada—, abre los ojos. Eric. —Lo zarandeé. Si la bala no lo había matado entonces el grito lo había hecho—. ¡Auxilio! ¡Ellen!
Pronto aparecieron rostros desconocidos, horrorizados. Alguien fue en busca de los médicos, los demás de la directora. Algunos recrearon la escena con gesticulaciones que los llevó a comprender, gracias a la pistola a un costado de Destiny, que ella le había disparado a Eric. «Pero ¿qué le sucedió a Destiny?», se preguntaron. «No tiene ningún orificio en el cuerpo como para suponer un suicidio».
—¡¿Qué le hiciste a Rebeca?! —vociferó una muchacha, refiriéndose a otro cuerpo. Otro muerto.
—Yo no... —Interpuse las manos viendo el carmesí cubrirlas. La sangre me debilitaba. Se estaba secando, creando una mancha dura. Frío, sudaba frío. Estaba paralizada. Desprendí lágrimas que al caer sobre la piel arrastraron lo rojo por las muñecas.
Ellen llegó, corriendo.
—¡Por Dios, Nina! ¿Qué pasó?
Reconocí la voz de Danniel llamándola en gritos:
—¡Destiny! —Se derrumbó a su lado. Le retiró el cabello del rostro y la sostuvo en sus brazos—. ¿Qué hiciste, Destiny?
—¡Jazmine! —llamó Ellen. No tardó en aparecer—. Jazmine, quédate con Nina mientras llevamos a Eric.
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A flor de piel [1]
FantasyTras escapar de su casa, Nina Cole halla en el bosque un portal mágico que la trasportará a un castillo donde cientos de jóvenes llamados Hayashers se adiestran en combate con el propósito de estar capacitados para los posibles ataques por parte del...