—¿Qué te está pasando hoy? —preguntó Eric, concediéndome dos minutos de descanso. No me concentraba al tener en mente la atrocidad que le estaba haciendo desde hacía una semana. Todos los días. Sin falta. Y con Danniel. La idea no me parecía tan peligrosa cuando tenía el saco enfrente. Pero ahora, viéndolo desde una perspectiva más objetiva, no podía dejar de reprocharme lo ingrata que era.
—Es que mañana tengo la prueba con Renzo.
—No podré seguir entrenándote si andas así de... distraída.
Alcé el mentón inhalando aire.
—Eric, es muy importante que él vea interés.
—Renzo jamás había significado tanto para ti hasta hoy. Sé que quieres que vea esmero de tu parte, pero si no te concentras te reprobará.
Reprobar... yo me sentía reprobada desde hacía mucho tiempo. Renzo se había estado preocupando por mi desempeño en las prácticas dándome consejos y sugiriéndome técnicas nuevas. Y el entrenamiento con Cherry funcionaba. Ahora hacía algo más que esperar el ataque. Pero no era suficiente. Renzo me propuso un trato a las afueras del castillo. Él me prestaría unos cuantos puntos para subir de nivel con la única condición de que me sometiera a un intensivo para alcanzar el puntaje el día de la prueba. Yo acepté y él cumplió. El intensivo había durado dos semanas y consistió en manejar pócimas de mayor nivel de complejidad, por lo que tuve que permanecer dos horas extras en clase. Ahora solo me quedaba esperar el día de mañana y comprobar si había funcionado, presentando la prueba física.
Durante ese tiempo también estuve asistiendo a la práctica de boxeo, soportando las exigencias de Cherry. Entrenaba en la madrugada. Entrenaba antes de las lecciones con Renzo. Después del almuerzo. Con ayuda de Danniel. Félix. Rick... Había mucha gente involucrada en mi crecimiento. Y esa fue la clave para resistir el intensivo y las demás lecciones.
El adiestramiento con armas blancas no progresaba con tanta velocidad. Eric lo comprendía. Sabía que mi relación con los objetos cortantes no era la mejor. Entonces ideó una manera de que reaccionara a los ataques: elaboró una coreografía incorporando los movimientos más frecuentes de asalto. Funcionaba maravillosamente. Esta vez podía durar más tiempo entrenando con él. Pero ya estaba llegando a mi límite. Me levantaba a media noche, iba al ring y después de entrenar rompía en llanto. Me levantaba otra vez, me lavaba la cara y frente al espejo me daba aliento para continuar engañándolo. Ya no resistía. Pócimas. Boxeo. Armas blancas. Pócimas. Boxeo. Armas blancas. Estaba desgastada y preocupada. ¿Cómo vivían los demás sabiendo que su estadía danzaba en un hilo?
—Ya estoy bien.
—¿Segura? Podemos dejarlo...
—No. Estoy bien.
—Bueno, te lo repetiré de nuevo. Pon atención: atacas, bloqueas, te cubres y vuelves a atacar. El pie derecho va adelante. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?
Apreté los dientes, odiando confundir las posiciones básicas de cada práctica.
—Se me olvida, discúlpame.
—No se te puede olvidar, es la base. —Encogió las piernas—. Vamos otra vez.
Eric se balanceó sobre mí y me agaché para esquivarlo. Con el kunai en manos, me coloqué frente a su cuerpo e hice un movimiento lineal. Lo evadió y atacó por debajo de los muslos. Añadí más fuerza en el agarre del arma y lo bloqueé. Quise herirlo en el abdomen, sintiendo un puñetazo en la mandíbula. Me tapé la boca con la mano desocupada.
—¿Qué te acabo de decir? Atacas, bloqueas y ¡te cubres! ¿Qué parte de «te cubres» no entiendes? Nina, es la quinta vez que te equivocas en lo mismo.
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A flor de piel [1]
FantasyTras escapar de su casa, Nina Cole halla en el bosque un portal mágico que la trasportará a un castillo donde cientos de jóvenes llamados Hayashers se adiestran en combate con el propósito de estar capacitados para los posibles ataques por parte del...