—Despertó; se ve terrible. ¿Creen que se recupere? —preguntó una voz dulce.
—No lo sé. Si sigue insistiendo en fugarse tendremos que llamar a Ellen para que la controle de nuevo —comentó una voz masculina.
—Dejen de hablar así de ella, ¿no ven que la pondrán peor?
Moví la cabeza de un lado a otro sobre la almohada. Todo me daba vueltas como si hubiese estado dentro de un espiral de recuerdos.
—¿Y Eric? —pregunté, ronca, con el ceño fruncido—. ¿Dónde está?
—En la sala de recuperación.
Cuando logré ajustar la visión, detallé caras ajenas que exhibían lástima. Una de las chicas tenía los ojos completamente blancos, lo que provocó que me incorporara de un susto y me pegara contra el espaldar de la cama.
—Te dije que te quedaras afuera, Perla —le susurró el muchacho.
Perla ignoró el comentario y se quedó en su sitio, odiando que yo también la hubiese rechazado a primera vista. No había sido intencional. En otras circunstancias pude haberle sonreído y mostrarme interesada en su peculiaridad.
—¿Quiénes son ustedes? —Apreté las sábanas, temerosa—. ¡Díganmelo ya!
Perla se acercó, con cuidado:
—Tranquila, Nina. No te haremos nada. —Se giró—: Ellos son Tessa y Emmanuel. Sufriste un ataque de pánico.
—Si tienes alguna pregunta puedes hacérnosla —dijo Emmanuel, sentado en una de las esquinas de la cama.
Identifiqué que estaba en mi habitación por la cobija de animalitos que tenía encima. Era de Akami. Estaba en su cama. Me observé las manos, encontrándolas pulcras. Miré bajo la sábana y noté que tenía puesto un pantalón negro y una camisa que me asfixiaba. También era de Akami.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué están aquí?
—Relájate, ¿quieres? —dijo la otra chica de cabello alborotado y pelirrojo, examinando los productos que utilizaba Akami para mantener su melena lisa. Parecía olvidar que su increíble alaciado se debía a la genética y no a un acondicionador—. Entiendo que sientas que invadimos tu espacio —Cerró el armario— porque eso es lo que hacemos. Tenemos órdenes de cuidarte. Y no te preocupes por los ojos de Perla. No es ningún demonio.
—¿Qué pasó con Eric y Destiny? ¿Y... la otra muchacha? ¿La maté? No recuerdo su nombre. Dios, no... no la pude haber matado.
Emmanuel liberó una risita.
—¿Te refieres a Rebeca? No; cómo crees. Solo fue un desmayo. Dicen que ocurrió por las ondas que emitió tu voz, o algo así. Ella estaba cerca del perímetro y le afectó. La directora y los médicos mentales tienen la explicación. Ya habrá tiempo para eso.
Los recuerdos de lo sucedido se proyectaron en mi mente. De inmediato me asaltó la congoja, ahogándome en pena.
—Díganme que lo de Destiny no es verdad, por favor. —Me llevé las manos a la cara. Suponía que recibiría una condena por su muerte que iría desde la expulsión hasta la decapitación. Los tres se vieron los semblantes—. No quise hacerlo, tienen que creerme.
Emmanuel se arrimó, compadeciéndose:
—Mira, estás culpándote de todo sin ser cierto. Todos saben que Destiny atentó contra Eric, así que las probabilidades de que te expulsen son bajas. Estarás bien. Mejor piensa en que él sigue con vida.
Sí. Tenía razón. Eric necesitaba de mí. Estaría adolorido e igualmente confundido que yo. Debía estar a su lado. Intenté levantarme, pero los brazos cenicientos de Perla me devolvieron a la cama.
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A flor de piel [1]
FantasyTras escapar de su casa, Nina Cole halla en el bosque un portal mágico que la trasportará a un castillo donde cientos de jóvenes llamados Hayashers se adiestran en combate con el propósito de estar capacitados para los posibles ataques por parte del...