CAPÍTULO 23 - UN NOBLE SALVADOR

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—¿Y este güey de dónde salió?

—Este «güey» —Danniel se apuntó— tiene su nombre. —Se acercó a la mesa—. Te reto a las pulsadas.

—¿Es neta? Un flacucho como tú no me ganaría en el jamás de los jamases.

—Julio... —Lo manoteé—, bájame.

Las pantuflas se me cayeron.

—Hagamos un trato —dijo Danniel—, si yo gano te olvidas del lío con Nina, y si tú ganas te quedas con mi colección de granadas explosivas y la bomba Hayashi.

Tessa se interpuso, empujándolo por el abdomen.

—¿Estás loco, Danniel? Vete de aquí.

¿Le estaría ofreciendo demasiado?

—Trato hecho. Pero no quiero que llores cuando pierdas —Lo observó despectivamente desde la cabeza hasta los pies—, superman.

—Suéltala.

Julio enfocó sus ojos hundidos en mí.

—Por supuesto. —Me dejó caer, sin cuidado, pretendiendo generar impotencia en Danniel.

Tessa me sobó la espalda en movimientos circulares.

Buscaron un paño para secarle la bebida a Julio del brazo y usaron otra mesa para el nuevo encuentro. Tessa había dicho que no apostaban dinero, pero en medio de un dolor punzante en el coxis, oía un barullo sobre ofertas, trueques y convenios que giraban en torno al ganador de la noche. Lo que estaba en juego era armamento simbólico, traspaso de deberes como lavar la ropa y una que otra botella, resguardada bajo el brazo de alguien, fuera de la vista de la directora.

—Ya nos vamos —dijo Tessa, levantándome.

—No, quiero verlo. —Me sujeté de su hombro huesudo—. Quiero ver si gana.

El comedor se agitó, atrayendo más público. Tessa me llevaba a un lugar con buena vista, cuidando de que los chicos no me lastimaran.

Danniel se sentó con la mirada fija en mí y Julio le ocupó la mano con prontitud.

—Haremos una sola ronda, superman. Si la gano, estás muerto.

—Vale.

Comenzaron las pulsadas. Danniel se veía bastante sereno a pesar de que sobre sus hombros descansaban varias apuestas. Julio apretó los músculos al ver que su contrincante no era tan débil. A veces su brazo lograba mover el de Danniel, pero en ese entonces Danniel apretaba los dientes y volvía a nivelarlo. La tensión en el comedor originó que el público se mordisqueara las uñas. El combate se estaba extendiendo más de lo planificado.

Tessa parecía muy preocupada. Tenía los labios entreabiertos y buscaba las maneras de acercarse a Danniel. Cuando logró que su rostro se le hiciera visible le gritó palabras alentadoras, que más que animar, sonaban como órdenes.

El semblante estreñido de Danniel se pintó de rojo y por poco creí que le saldría una hernia. En su lugar salieron lágrimas mientras el sudor le recorría las sienes y cuyas venas transparentes se hacían notar bajo sus rizos húmedos. Él no se detendría.

Nadie supo qué le estaba gritando Tessa al oído, qué nombres mencionaba o qué castigo recibiría si perdía el encuentro. Fuera lo que fuese, le estaba dando combustible para soportarlo. Julio estaba perdiendo fuerza. Ya había participado en la mayoría de los desafíos y el musculo parecía desgastarse con el trascurso de los minutos. Una sutil inclinación hacia adelante, apoyando el cuerpo del borde de la mesa, ocasionó un escándalo. Julio estaba tomando ventaja sobre Danniel. Pero su orgullo chilló más duro que las voces de los espectadores y se sujetó del asiento. Quedó descalificado. Como si hubiese dado a luz, Tessa echó la cabeza hacia atrás, liberando un suspiro.

A flor de piel [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora