CAPÍTULO 19 - DEBILIDAD COMO FORTALEZA

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—«¿Eric?». —Me apresuré en tomarle la mano—. «¿Cómo te sientes? Tengo muchas cosas que contarte. ¿Cuándo vas a despertar? Estos días han sido terribles. Yo no sabía que tenía otro talento derivado».

No contestó.

—«¿Sigues ahí?».

No quise insistir en hablarle o forzarlo a que me diera una respuesta. Aún necesitaba descansar. Abandoné de la sala de recuperación pensando que era una maravilla que Eric hubiese respondido a mi llamado.

Me postré frente al mostrador una vez más y vociferé:

—¡¿Hay alguien?!

Escuché unos murmullos detrás de la ventanita donde recibían los pedidos. Pronto apareció una mujer atándose el delantal.

—¿Tessa? ¿Qué haces aquí?

Traía el rostro ceñudo a causa de la labor.

—Hola, Nina —saludó, fastidiada—. ¿Qué vas a querer?

—¿Me podrías dar unas palomitas?

Fue hacia la ventanita y dejó el pedido. Regresó, desganada, y se apoyó del mostrador. Miraba hacia la entrada, condenando al próximo que se atreviera a pedirle algo.

—¿Qué clase de acto cometiste para estar castigada aquí? No me digas que fue porque me ayudaste a escapar de Emmanuel y Perla. Si es así...

—No estoy castigada —aseveró en un tono cortante—. También te envían a la cocina si tienes puntuaciones bajas. —Rayó el mesón con el lapicero, siendo consciente de que la tinta no mancharía el granito.

—¿En qué práctica no eres tan buena?

—Telepatía. Detesto a los tutores. Tengo problemas con la fuerza mental, y por una estupidez cometí el error de inscribirme.

—¡Listo! —avisaron. Tessa retiró las palomitas y me las entregó.

—Si no eres buena, ¿por qué lo hiciste? —Me llevé unas cuantas a la boca.

—Por Eric.

Una comezón se posicionó en mi garganta ocasionándome una breve asfixia. Comencé a toser por no haber masticado lo suficiente. Tampoco negaría que lo escuchado no contribuyera al atoramiento. Tessa corrió hacia el refrigerador y sacó una botella de agua. Me la embutí tan pronto pude. No podía imaginar que se hubiese inscrito en la práctica solo por él. ¡Dios mío! Yo más bien le huía.

—Disculpa —dije, carraspeando—, a veces no mastico bien y me ahogo.

—Sí, ya veo. —Se fijó en mi cara—. Como te iba diciendo, quise estar más cerca de Eric. Él es lindo.

—Yo no diría lo mismo —mencioné, cerrando la botella.

—¡Pero si es bellísimo! Tiene unos ojos para morirse. —Se echó en el mostrador—. Nina, yo sé que tú eres su aprendiz y por eso me gustaría pedirte que le hablaras de mí. Él me gusta mucho.

¿Por eso me había ayudado a escapar ayer? ¿Para luego tener que devolverle el favor? No le diría bobadas a Eric acabando de despertar. Él no oiría por varios días. Lo único que yo podía hacer por ella era comentarle sobre una de sus alumnas cuyas calificaciones no surgían, con la esperanza de recibir una mísera observación. Pero cual hubiese sido la intención de Tessa en haberme ayudado, no tenía derecho a juzgarla. Nadie decidía de quién enamorarse.

—No es que tengamos mucha confianza todavía, aunque... creo poder hacer algo cuando despierte. Porque tiene que despertar —aseguré.

Lanzó un agradecimiento a los dioses haciendo rebotar sus rizos.

A flor de piel [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora