23. Mentiras

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(POV Serena)

23. 

Mentiras

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Aprieto fuerte los márgenes de Noches de Tormenta, justo en la página 13, fingiendo mucho interés. Así parece que voy avanzada en la historia, aunque no le leído absolutamente nada de él. Diamante está terminando de deshacer la maleta, se ha dado una ducha y hemos conversado un buen rato. Él me habló del cierre de su contrato exitoso y me mostró los regalos que me trajo de las mejores tiendas de Pekín.

Luego, inevitablemente, llegó mi turno.

Le dije que estuve todo el fin de semana en un retiro de campo del trabajo de Mina, acompañándola. Ya saben, del tipo donde te obligan a cantar canciones estúpidas a coro, hacen competencias de habilidad deportiva y mental, sirven barbacoas y todas ésas mierdas para fortalecer la "unidad organizacional" de las empresas modernas. Y de cómo en un desafortunado partido de beisbol terminé mordiendo tierra varias veces y de ahí la explicación a mis heridas y golpes. Nada mortal. El encargado del equipo me había recomendado unos ibuprofenos y descanso, y mi ausencia en el teléfono se debía a que nos habían prohibido el uso de celulares para que no se perdiera el enfoque recreativo del curso.

Pese a que se preocupó, y no cuestionó los motivos de mi extraño accidente. No era secreto para nadie que yo tenía doctorados en caer, tropezar o colisionar contra cualquier cosa desde que el mundo era mundo. La historia de mi vida, pues. Pero oh, sí que cuestionó otras, tal como esperaba. No obstante, yo ya tenía una respuesta para casi todo: Yaten no había podido ir con ella porque se había luxado el tobillo en el parque (y me esforcé en contar bien la anécdota del gatito que se le atravesó de repente y él fue incapaz de pisarle la cola) y como Mina no podía ir sola pues necesitaba pareja para sus dinámicas. Eso haría quedar muy mal con su nueva jefa (y describí cuidadosamente lo estricta que era tal como me contó)... y que yo, sintiéndome sola y aburrida sin él todo el fin de semana, preferí cancelar a Unazuky y no tuve de otra que complacer a mi mejor amiga, la experta en arrastrarme siempre a sus locuras.

Mi historia era perfecta, con el inconveniente de que no era cierta y los mentirosos siempre tenemos un punto flaco. Un talón de Aquiles. Una pieza que nunca encajará con la verdad.

El mío fue él. Claro que quería comerme a los besos y que yo le saltara a los brazos apenas cruzó el umbral de la puerta, y no lo hice. Lo envolví en un abrazo demasiado corto y distante, lo acompañé de un beso flojo, de ésos que se dan las parejas cuando ya no se soportan. "Beso de mierda" le llamarían por ahí. Pero eso no era todo, me miraba a los ojos esperando alegría por su éxito, y no me salía natural. De reírme ni hablamos. Ni siquiera un episodio de Friends me sacó una pequeñita. Pero la peor de todas es su cercanía. Había algo allí, en la línea invisible que nos dividía que me impedía cruzarla. Yo sabía lo que era. Miedo. Rechazo. Dolor. Impotencia. A él, al contacto físico, al sexo, y relacionarlo con todo lo que me había pasado.

A pesar de que Shiho no logró violarme, psicológicamente me había hecho mucho daño. No soportaba la presencia de Diamante demasiado cerca. Mis vellos se erizaban, mi respiración se agitaba y comenzaba a temblar. Y era plenamente consciente que no era su culpa, pero tampoco mía, así que no sabía que hacer. Tampoco sabía por qué no le había dicho la verdad. Se supone que él me quería, ¿o no? Apoyaría algo así. Incluso pese a que no se lo haya contado de inmediato... ¿o no? ¿Por qué no era capaz de decirle todo? ¿Era por haber pasado esos días con Seiya? No sé. Tal vez no quería involucrarlo. No lo entendía. Sólo sabía que ahora que lo miraba, y hacía el esfuerzo por ser sincera, mi garganta se cerraba y me lo impedía.

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