17. Paraíso

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(POV Serena)

17. Paraíso

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Esta es la primera vez que nos besamos así, tan... salvajemente. Su lengua y la mía son un torbellino incontrolable, y cuando apenas me deja respirar, sigo jadeando todavía por aire. Fue como una olla de presión que explotó, después de hervir a fuego lento por tanto tiempo. La expectación realmente rindieron sus frutos, porque cada toque, cada beso y cada cosa que él hace conmigo y yo en respuesta, se multiplica en sensaciones mil veces más que como las sentí en mi sueño. Es mil veces mejor.

Caemos sobre el colchón suave como nube. Y sé que será grandioso para dormir... sí es que consigo hacerlo.

Como no llevamos gran cosa encima, nos quedamos desnudos rápidamente. Sus ojos centellean al contemplarme, y yo respiro entrecortadamente mientras recorro con la vista su cuerpo. El sueño tampoco le hizo justicia a su atractivo.

—¿Y ahora? —me pregunta acercándose, como si me retara a arrepentirme.

—Bésame —musito.

—¿Dónde?

—Dónde tú quieras.

Él sonríe de par en par. Avergonzada, señalo con los ojos la cúspide de mis curvas, y aunque me siento muy nerviosa, también estoy muy excitada.

Me besa en la boca, luego, despliega otra vez su lengua que parece ser experta en dar placer. Recorre mi cuello, mi clavícula y la unión de mis senos, apretando con sus manos mi cintura. Pero no los besa ni los lame, sólo con sus labios entrecerrados, los roza apenas, y pronto se olvida de ellos pese a que están muy erguidos. Yo le miro mortificada, ¿por qué?

Él no para, desciende y desciende. Por mi abdomen y mi ombligo. Me hace cosquillas y es agradable, aunque no es una zona muy erógena y eso sólo aumenta mi frustración, sobre todo allá abajo,. Y entonces, sin previo aviso, coge mi rodilla derecha y luego me da un buen chupetón en la parte interna de los muslos, que hace un sonido gracioso. Sé que me dejará una marca. Yo gimo fuerte. ¿Qué hace? Nunca sé a dónde va, no es predecible en sus movimientos, es implacable y enigmático en el sexo, como él mismo.

Su osadía llega al punto que no me imaginaba que haría tan pronto. Sin más ni más, oculta la cara en mi entrepierna y entonces sé que estoy perdida. Tras sentir su cálido aliento, su lengua acaricia mis zonas externas y luego mi clítoris, de manera muy suave, deliciosa, en movimientos semi circulares y poco profundos. Me agarro con los dedos a su cabello y a un almohadón que hay por ahí, y aprieto los párpados. No tengo muchas fuerzas, sé que va a ocurrir en segundos, pero no era la manera el la que pensaba terminar, o al menos pretendía aguantar un rato, por eso de ser nuestra primera vez, pero no creo que sea posible. Le pido que por favor pare, pero no me hace caso. Me jala de sus fuertes manos la cadera, aprisionándome contra su boca apetitosa. Me retuerzo y sufro, y gozo. Parece que le gusta que le suplique. No deja su exquisita y dulce tortura, a veces dentro o a veces en mis genitales externos. Sin que mi cerebro procese las palabras gimo por favor más y más alto, llamando por fin su atención.

Se levanta y me mira toda, en ésa posición tan abierta y vulnerable. Dios, qué extraño es todo esto. En sus labios brilla la prueba de mi deseo y sonríe. Después de haber visto su tremenda erección, la verdad es que lo quiero dentro de mí lo antes posible. ¿Es que quiere que se lo diga literal?

—Tranquila, Serena —me apacigua entre risas —, las mujeres no tienen problema con los orgasmos. Y tres me parece el número mínimo para ti.

—¿Tres? —digo sin aliento, y mirándole con un ansia febril.

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