16. Cambios (parte II)

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(POV Serena)

16. Cambios

(Parte II)

Lo primero que detectan mis ojos es la blancura del lugar que casi me hace entrecerrar los ojos. Es como una aurora boreal residencial. La alfombra es de un pulcro color perla, las paredes recién pintadas del mismo color y los muebles también son en tonos claros, beige, durazno y champán que les contrastan, pero no por estar sucios o desaliñados. Oh, no. Cada cojín (bordado con flores idénticas) de la sala está colocado con gran simetría en una fila diagonal perfecta. Las flores del jarrón de la mesa están acomodadas con exquisitez, los mantelitos de encaje de las mesas con lámparas a juego y estoy segura que si me acerco a cualquier superficie transparente o no transparente, mi cara se puede reflejar perfectamente en ellas. Todo huele como a vainilla o anís. Es como la fotografía del artículo de una de ésas revistas de hogar de señoras de sociedad que tiene mi mamá en el baño de visitas, y dicen memeces tipo: «Cómo recibir espléndidamente a tu marido después de un mal día» o «¿Es el macramé la mejor opción para decorar en el otoño?» Ni siquiera una pelusa está importunando el perfecto escenario doméstico que, con la boca abierta, no dejo de mirar con una caja de libros polvosos en las manos. Hago lo posible por ocultarlos.

—Es... —trato de encontrar una palabra que sea apropiada, o que por lo menos maquille lo perturbada que estoy de su orden casi antinatural —. Muy...

Molly me mira expectante.

—Muy... prolijo —defino con una sonrisa grande. Demasiado grande. Cierro la boca y la mantengo así para que no sospeche nada desagradable, pero siento la risa bailándome en el estómago. ¿Quién dice prolijo? Qué idiota.

—¡Muchas gracias! —exclama orgullosa, como si le hubiera dado el mejor de los cumplidos —. Quería darte la bienvenida como corresponde, claro. Por eso aspiré tres veces esta mañana y lavé el tapetito de la entrada, por lo demás no es gran cosa. En realidad hago limpieza profunda hasta los domingos.

Me sonrojo y me horrorizo a partes iguales. En serio parece que la asociación de control de enfermedades supervisó y desinfectó cada rincón de este apartamento, pero nuevamente, me reservo mis comentarios.

—Uau, pero... es que está muy acicalado, Molly. No debiste molestarte en eso. Es decir... se ensuciará en menos de lo que...

Molly me mira de modo severo.

—Créeme que no —me interrumpe, y yo de momento me desconcierto y parpadeo —. ¡Bueno, déjame mostrarte tu cuarto! Lo viste, pero no con detalle. Vamos, ya subirán las demás cajas.

Ésta vez, pude darme el lujo de contratar un pequeño servicio de mudanzas. Debo decir que es un gran alivio, porque el departamento de Molly no dispone de ascensor y habría sido un suplicio hacerlo sola. Y esta vez no tengo ningún roomie que tenga buenos bíceps y haga bromas pasadas de tono mientras me ve el culo por la escalera, así que es un punto menos del cuál preocuparse.

Bloqueo mis recuerdos de la misma forma necia que en los últimos días y sigo a Molly hasta la que será mi habitación. El cuadro de unos canarios que reposan sobre la hoja de un estanque en el pasillo y un rompe vientos de cristal en la ventana continua me hacen encarar una ceja. Todo es muy tradicional y femenino. Diría que hasta anticuado. Mina se burlaría de todo si lo viera.

Bueno, pero el cuarto no es tan malo. Sí que es mucho más pequeño que el otro y además no tengo un baño propio. Pero tiene una iluminación decente y creo que con algo de maña, me cabrán todas mis cosas si las sé acomodar bien. Además esto es temporal. Estoy decidida a exigir un aumento de sueldo en cuanto esta pesadilla del proyecto editorial salga bien (previamente aconsejada por Diamante, ya sé qué decir y qué no) y confío en que pueda tener mi propio espacio antes de que finalice el año. Así que me mentalizo y vuelvo a sonreírle a Molly. Después de todo, ella se ofreció cuando no había nada más a mi alcance y es una vivienda digna y segura para mí, y estoy segura que nos llevaremos bien. No tendrá amigos con los cuales quiera acostarme, no tiene deudas y definitivamente no me enamoraré de ella. Así que... sí señores, vamos de gane.

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