12. Monstruo

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(POV Serena)

12. 

Monstruo

Las puertas de vidrio se abren automáticamente en cuanto detectan mis pies frente a ellas. Atravieso el pasillo ancho decidida y presurosa. Ubico el mostrador principal de recepción y salgo disparada hacia él. El olor a alcohol y desinfectante me lastima las fosas nasales y arrugo la nariz. Odio estos lugares. No puedo creer que esté aquí a mitad de la noche.

La recepcionista me dedica una sonrisa educada cuando pregunto por el paradero de mi amiga. En un par de minutos la localiza y me indica en qué piso del ascensor debo bajar y hacia qué ala del hospital dirigirme. Sigo sus instrucciones, pero la lentitud del ascensor me pone inquieta. ¡Vamos, por favor! Deseo que vaya más rápido, mientras pienso a la velocidad de la luz en todo en lo que acaba de suceder...

Mina está ingresada. Y eso es todo lo que Yaten me dijo, aclarando que ella está fuera de cualquier peligro grave y me venga con tranquilidad. Pero lo que menos tengo es tranquilidad. Empiezo a pensar que mi mal presentimiento quizá ni siquiera tenía que ver conmigo. Respiro hondo e intercambio una mirada con mi compañero de ascensor, una mujer de edad, que me sonríe tras sus gafas. Se la devuelvo con cierta tensión.

Ésa Mina... ¿qué habrá hecho? Sé que conduce a veces como psicótica, así que no me sorprendería que hubiese tenido algún accidente y ahora lleve puesto un collarín. No, no, quien siempre la lleva al trabajo es Yaten. Bueno, también sé que no se quita nunca ésas porquerías altas a las que ella llama zapatos, y aunque las porta con gran habilidad, no deja de ser una despistada y podría irse de boca con ellos. Entonces, en vez de collarín tendría un yeso en el tobillo.

Miro con odio a la gente que va entrando en cada uno de los pisos, ya que sólo retrasan mi trayecto.

Suspiro profundamente. Debo calmarme.

Todo estará bien. Sólo es un pequeño e infortunado accidente.

De igual manera sé que tiende a hacer desastres en la cocina. Es muy patosa, como yo, así que... ¿qué tal una quemadura? Ay, en su bonito rostro de muñeca no... se va a poner como una fiera. Mejor en un brazo, o en una nalga, donde no se note. Que no sea permanente.

Sacudo la cabeza. Nadie queda ingresada al hospital por una quemadura en una nalga y debo dejar de ver ésa estúpida telenovela de las diez.

Todo estará bien, me repito como un mantra. ¿Por qué Yaten me quiere aquí? Seguro que ya no la aguanta, debe querer que le lleven patatas fritas en vez de gelatina, o necesita quien le eche una mano para atenderla mientras él trabaja... a saber. Mis pensamientos tratan de ser realistas pero positivos, pero también me estremezco al pensar que en realidad, no sé qué ocurre con Mina. Estoy en la ignorancia absoluta, y recuerdo aquella vez cuando murió mi abuelita... no le dijeron nada a mamá hasta que estábamos ahí para que no sufriera de más en el viaje. Mi corazón se acelera y el estómago me da un vuelco.

Llego a la sección que me dijeron (después de perderme como suelo hacerlo siempre) y luego a otro mostrador más pequeño. Las enfermeras llevan uniformes en rosas pálidos y frunzo el ceño mientras miro a mi alrededor. Esto es ginecología y obstetricia. Debe haber un error. Como siempre, seguí mal las instrucciones. Demonios.

—Cuarto 208 —dice ella muy segura, dejándome con la boca abierta. No sé qué diablos está pasando, pero igual camino hasta donde me dice.

El área está muy vacía. Sólo se escucha el televisor de la sala de espera muy bajito. Me asomo por las persianas del cuarto 208.

ROOMIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora