6. Complicaciones

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(POV Serena)

6.

Complicaciones

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Cuando suena el despertador maldigo para mis adentros. Todo el cuerpo me duele y quisiera quedarme ahí otro ratito (mínimo otras cinco horas)... pero no puedo, debo ir a trabajar. Me arrastro hasta la ducha pero no me lavo el pelo, y mientras me enjabono con mi gel favorito de baño, me tomo un momento para pensar. No logro discernir cuál es mi estado de ánimo, ahora mismo tengo un popurrí de muchas cosas burbujeando dentro de mí. Satisfacción, miedo, dudas, emoción... no sé. Me enredo en una toalla, limpio el vaho del espejo y me miro. ¿Pareceré diferente? Porque sí me siento diferente. Bueno, primeramente, estoy cansada... como si nunca hubiera hecho ejercicio en toda mi vida. Luego recuerdo que, efectivamente, nunca he hecho ejercicio en toda mi vida, así que tampoco eso es nuevo. Mi subconsciente se siente como enfurruñado y lo oigo como diciendo "¿Estás loca? Acabas de entregarte a un hombre que no te ama, que no tiene ni un sólo plan futuro para ti y puedes joder las ventajas de vivir aquí". Por otro lado, una especie de alter ego que vive en mí y sé que todas las mujeres tenemos, me guiña un ojo y hace una pirueta como de porrista, me anima como diciendo "pero lo disfrutaste, ¿verdad guarrilla?".

Saco la lengua y le sonrío al espejo. Marco un corazoncito con los dedos inconscientemente, y luego lo borro. ¡¿Qué estoy haciendo?! Se me hace tarde para ir a la oficina.

Devoro en diez segundos un plato de los Lucky Charms que compramos ayer en el supermercado. Vaya... hay que ver la de cosas que han pasado desde ayer.

Tras abordar, busco un asiento en el autobús al lado de la ventana y a la par que viajo yo, dejo viajar mi mente también con la música. Los Smashing Pumpkins me cantan en el oído algo sobre gente inadaptada, e inmediatamente pienso en mí. Supongo que lo soy. A veces siento que no encajo en ningún sitio... luego pienso en Seiya. Él también parece uno. Pero más bien es como el rey de los inadaptados. Sin darme cuenta, ya estoy divagando recordando lo de anoche. Sonrío. La calidez y el sabor de su boca, lo fuertes y fascinantes que son sus manos y la perfecta línea curva de su espalda... su manera de moverse sobre mí, y dentro de mí. Sonrío otra vez. Genial... genial, genial...

Saludo a Unasuky, una nueva chica pelirrojo-castaña de recepción que ha sustituido a una de las arpías cincuentonas por una incapacidad permanente. Ella me devuelve el saludo de modo amistoso y halaga mi vestido (que no había visto la luz del día desde hace años y se me antojó usar hoy) y según yo la saludo normal, pero creo que exagero en alegría y ella lo nota.

No me doy cuenta de que porto una cara extrañamente deslumbrante, que no va para nada con mi habitual taciturnidad hasta que me lo dice. Yo me sonrojo y le digo que el día está muy bonito y eso es lo que me mantiene de buen humor. Mi subconsciente se burla de mí y niega reprobando con la cabeza, pero la alter ego erótica me guiña un ojo. No es el sol, es el efecto Seiya.

Qué calamidad.

Todo el tiempo siento que tengo un resorte saltarín en el estómago, y que de mis labios un par de cuerdas jalan contra mi voluntad para sonreír todo el tiempo. Aunque acabe de enterarme que por un error de alguien del departamento de diseño tendré que trabajar casi todo el fin de semana. Obviamente el Grinch no hizo nada por evitarlo. Al cabo de cuatro horas la sensación de quinceañera enamorada ya me fastidia, así que me prometo comportarme y hasta soy algo tosca con el encargado del fotocopiado sólo para compensarlo.

ROOMIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora