37. Compromisos

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(POV Serena)

37. Compromisos


Bueno, bueno... ¿Quién no ama las fiestas invernales? Caminar con un frío que te arranca la piel a tiras mientras acarreas bolsas y bolsas de regalos. Haces filas interminables y te gastas en frivolidades el poco dinero que podrías ahorrar para algo más útil. La gente te empuja, te insulta en el tráfico y encima de todo, debes pretender que eres muy buena persona y desearle lo mejor a todo el mundo. Incluso a veces con un abrazo de por medio.

La Navidad y todos los inconvenientes capitalistas y ajetreados de la gran ciudad que le rodean. Familias que no se hablan. Adolescentes que prefieren mirar su celular. Intercambios de presentes que detestaste. ¿Qué clase de desubicado podría disfrutar de todo aquello?

Por supuesto que posiblemente ustedes no, pero yo sí. Porque en esta vida nunca digas nunca.

Después de tantos años de someterme a las exigencias y planes de los demás y sufrirlo cual viacrucis, al fin puedo hacer lo que yo quiera. No soy de las relegadas que tiene que trabajar porque su jefe la aborrece, ni debo ir a mi pueblo para aguantar a mamá rezongar cuándo le llevaré un yerno decente o a Sammy fastidiando. Tampoco iré a una fiesta llena de desconocidos con mi mejor amiga, para escaparme cuanto antes y acabar sola en pijama mirando películas de ese bobo canal donde todas terminan en lo mismo. No esta vez.

Es verdad que he sucumbido al consumismo, pero por dispuesta voluntad propia. He recorrido tiendas, comido mucho, me he hecho un par de auto regalos (un libro y un abrigo nuevo) y ahora me dirijo al café de Lita a tomarme un descanso. Está a reventar, y eso me saca mi quinta sonrisa festiva del día. Soy un cliché, y me vale un comino.

Me sorprende no verla atendiendo, sino saliendo de la cocina trasera, con un delantal puesto y las mejillas coloradas por el calor del horno.

—¡Serena!

—Lita, esto está atestado. Es genial.

Ella coloca un bizcocho con nueces y arándanos detrás de la vidriera, y me sonríe.

—Andrew dice que si seguimos así saldremos de apuros muy pronto, y quizá hasta abramos otro local en un año. Y todo gracias a ti.

Se recorre a un sitio donde no estorbamos al personal y los comensales, y yo la sigo.

—Lita, no exageres. Yo sólo te di una idea.

—Pues esa idea nos salvó. Y pues como eres mi amuleto de la buena suerte, quiero que pruebes mi Christmas Cake. Necesito impresionar a mis futuros suegros, ¿sabes?

Se la ve nerviosa. Sinceramente no sé por qué, ya que ella sería la esposa perfecta, y por tanto la nuera perfecta. Supongo que siempre existirá esa tonta presión por agradar a la familia política. Yo también estaría nerviosa, aunque no será mi caso. Por un instante estúpido lo pensé con alivio, y me siento mal. No sé cómo se sienta Seiya al respecto de estas épocas tan significativas. Por lo que sé, tuvo una infancia feliz, pero no sé qué fue de él en los últimos años, sobre todo en su etapa oscura. Nunca se lo he preguntado a detalle, y si quiero averiguarlo, debo ser muy cuidadosa para no forzarlo a algo que no quiera afrontar.

Me ofrezco complacida como conejillo de indias para Lita. Me como toda la rebanada de pastel mientras ella recibe un pedido. Luego vuelve y aguarda mi aprobación, ansiosa.

—Está exquisito —murmuro con la boca —. Ni la señora Claus lo hubiera hecho mejor.

Lita se ríe con suficiencia y diversión. Está conforme con mi opinión.

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