Extra: Seiya Kou

273 43 34
                                    

Nota: Este relato se desarrolla en la línea temporal del capítulo 19: "Dudas"

.

(POV Seiya)

Abro los ojos y el sueño que había tenido se desvanece con la poca luz de la mañana. A pesar de que intento recopilar algunos fragmentos, no logro retener mucho, como siempre, pero sé que tenía que ver con mis padres y era inquietante... como siempre.

No pierdo tiempo en la cama y busco unos pantalones holgados deportivos, una camiseta y una sudadera con capucha que me cubrirá del frío. Afuera, en el parque, el cielo oscuro de septiembre casi no deja escapar el sol, y mi humor gris se proyecta en él, algo raro en mí. No soy el tipo de persona que deja que el clima o un sueño me afecte, pero las cosas ya no parecen iguales que antes.

Con un buen repertorio de Metallica en los tímpanos corro como si se me fuera la vida en ello. A zancadas largas y sin mirar a la gente que me cruzo en los senderos y caminos. Ya no cuento los kilómetros, sencillamente paro hasta no puedo más y luego me marcho a casa caminando.

El apartamento está exactamente como lo dejé ayer. Y antier. Y el día anterior a ese. No es que sea alguien desordenado. De hecho, el lugar estaba más patas arriba antes, pero es exactamente esa constante congelada y carente de ningún cambio lo que ha empezado a desquiciarme.

Me quito los audífonos y me tomo una proteína energética de chocolate con las noticias de la mañana mientras mi celular vibra anunciando un mensaje. Leo su contenido y lo aparto con fastidio sin responder.

A pesar de ser mi cuñada, no conozco muy bien a Minako. Por aquello de la boda inesperada y que el celoso de su marido no parecía gozar el querer compartirla con nadie demasiado tiempo no profundizamos en amistad, salvo de vez en cuando que charlábamos, cuando ella planeaba alguna comida en domingo.

Aun así dentro de lo poco que la había tratado, me parecía alguien chévere. Es decir, tenía una risa escandalosa y estridente que aturdía, y a veces dramatizaba demasiado por cosas estúpidas como casi todas las mujeres, pero me gustaba para Yaten. Con ella, mi hermano se convertía en una persona diferente. A veces me asustaba un poco lo increíble que se entendían, con simples miradas o gestos. Se movían como imanes como si estuvieran programados para coexistir sólo para el otro y nadie más encajara en su mundo. En realidad me enfadaba, pero después de observarlos varios meses, deduje que no era tanto enfado lo que sentía, si no envidia infantil de no tener a alguien que significara algo así para mí y viceversa. Como sea, no es que le dé importancia tampoco.

Como decía, Minako no me caía mal. Me alegraba que se hubiera agregado una chica linda a la familia Kou y que aguantara a Yaten cuando yo era bastante incapaz, y juro que cuando llegara el momento yo sería el mejor tío del mundo... pero en estos momentos, justo en estos momentos no me hacía ni feliz a mí, ni a Yaten. De hecho era una verdadera plaga que quería poner en cuarentena, aunque ella tuviera buenas intenciones. O eso decía.

Hubo un momento —en el que nadie le preguntó— que Minako decidió que Yaten y yo no convivíamos lo suficiente y nuestra relación parental apestaba, y eso era inaceptable. La familia ideal debía permanecer unida cual panal en primavera y tenía que compartir alegres momentos con té helado, contando agradables anécdotas vacacionales en mesitas de jardín, con ensaladas y risas. O sea, básicamente la basura que ella veía en los realitys de televisión.

En la vida real, los Kou nos evitábamos lo más que podíamos salvo para emergencias (en las que éramos extrañamente incondicionales) y ver juntos el basquetball, el único deporte que a él le gustaba y lo único interesante para mí que compartíamos en común. Nos sentábamos frente a la ESPN con cervezas y comida e intercambiábamos comentarios respecto del juego, y en el medio tiempo o los comerciales una que otra cosilla de su trabajo o del mío. Cuando el juego se acababa, volvía el silencio incómodo de siempre y alguno de los dos terminaba la visita con algún pretexto hasta que la NBA volviera a anunciarse. Sólo así sobrevivíamos uno con el otro y nos había funcionado hasta ahora. Cumplíamos una cuota suficiente que no nos jodía. Nos gustaba. Ninguno se había quejado al respecto.

ROOMIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora