4. Juegos

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(POV Serena)

4. Juegos

Queriéndome morir, sigo balbuceando que me perdone con la boca seca de vergüenza, pero no puedo permanecer más ahí, me giro y salgo corriendo hasta mi cuarto, dando un portazo. Una actitud muy infantil, lo sé, pero no tengo a dónde más escapar y creo que tampoco tiene caso que me quede ahí. ¿Para qué?

Ni siquiera tengo tiempo de recuperarme del impacto de lo que acabo de ver. Un par de golpes discretos en la puerta me hacen saltar del susto. A menos que sea Santa Claus en pleno verano, es él.

—Serena —llama detrás de la puerta, y su voz se oye divertida. Yo cierro los ojos queriendo desaparecer como los niños. Si cierro los ojos no estoy —. Ábreme...

—Estoy ocupada.

—Patrañas, son las diez de la noche y llevas el pijama puesto.

—Quiero irme a dormir, si no te importa.

—¿Estás enfadada?

Ruedo los ojos.

—No.

—¿Estás llorando?

—¡Claro que no! —me ofendo.

¿Cree que es la primera vez que veo un... un...? ¡Qué le pasa!

—Ah, ya sé... ¿estás masturbándote? —pregunta lascivamente.

¿Qué demonios?

Abro la puerta.

—¡Eres un cabroooón! —le grito con todas mis fuerzas.

Seiya se ríe y detiene la puerta antes de que la cierre con su pie. Forcejeamos unos momentos, pero pierdo la batalla rápidamente, pues él es más fuerte.

—¡Tranquila, fierecilla! —replica aún entre risas. Lleva puestas unas bermudas holgadas, pero sigue sin llevar nada en el torso y va descalza (necesito agregar una regla de vestimenta a la lista de convivencia), y me esfuerzo por mirarlo única y exclusivamente a los ojos —. Sabía que no me abrirías si no te jodía, no te pongas loca...

—¿Qué quieres? —le gruño. Sé que todavía estoy sonrojada y alterada, así que me escudo en la molestia para que no parezca que me gusta mirarlo.

Él se cruza de brazos y se recarga en el marco de la puerta.

—Yo debería preguntar eso. Pero como soy buena persona, ya no te atormentaré más.

—¿Entonces qué quieres? —repito incómoda.

—Te traje ésto.

Me extiende lo que identifico como un tubo de dentífrico. Yo abro la boca perdida, como un pez que acaban de sacar del océano y no tiene oxígeno para seguir viviendo.

—¿Cómo sabías lo que buscaba?

—Eres algo predecible, Bombón. Sin contar con que dejaste un post-it en el refrigerador esta mañana —revela sonriente —. Parecía algo muy importante —se mofa.

Qué raro, no parece enojado por haber invadido su privacidad. Si la cosa hubiera sido al revés, ya tendría muerte cerebral por el sartenazo que le hubiera dado yo en la cabeza. Ser mujer a veces tiene sus ventajas, supongo.

Me pongo como dos tonos más colorada. Aunque se hubiera dado cuenta de lo que pretendía, no tenía por qué tomarse la molestia de venir.

—Gracias —lo acepto torpe. Siento que estoy en deuda (otra vez) con él, a pesar de lo extraña y excitante de la situación, así que agrego acaloradamente —. Seiya, no quise entrar sin permiso, pensé que no estabas... no iba a tardar ni dos minutos. ¡Lo siento de verdad!

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