11. Presentimiento

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(POV Serena)

11. 

Presentimiento

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Amanezco sintiéndome algo indispuesta. Estoy segura de no haber bebido más de lo necesario en mi cumpleaños, aunque sí comí mucho más de lo necesario. Me rehúso a creer que algo del restaurante de ensueño estuviera malo, así que lo achaco al exceso de comida y mi organismo debilucho. El malestar se intensifica cuando me levanto, pero no vomito. Diablos. Cuando se me pasa, me dirijo a la cocina. Hidratarme me hará bien.

Me pongo las pantuflas y me miro en un espejo del pasillo. Estoy medio gris, enferma y encima tengo que tratar con este hombre, que está silbando y cantando Bohemian Rhapsody como si fuera día de fiesta.

Pongo mi mejor cara indolente y le doy los buenos días mientras hurgo en el refrigerador. Por el rabillo del ojo, veo como Seiya me mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola vaga, ye se te echaba de menos —dice como extrañado. No sé qué cara le pongo, pero debe ser una muy fea, porque pregunta —. Ayer no te vi en todo el día. ¿La pasaste bien? ¿Qué hiciste? Oh... qué carita. ¿Estás con resaca? —se burla.

Evado su mirada y me sirvo el jugo dándole la espalda.

—No, pero no me siento muy bien.

—¿Entonces no desayunarás? Hice huevos con tocino, tostadas con mantequilla y...

Él sabe que me encanta desayunar eso así que lo fulmino con los ojos, atónita y cabreada.

—¿Por qué lo haces? —espeto interrumpiéndole.

Mierda, sigo muy enojada con él y no logro disimularlo.

—Siempre hago el desayuno los domingos —murmura con un ceño reprobatorio, y gira el tocino que se fríe en la sartén. El olor a carne grasienta me provoca una arcada, pero bebo más jugo y eso tranquiliza mi estómago, al menos momentáneamente.

—No eso, ésto —señalo con desdén el pastel.

Sonríe.

—¿Ya lo probaste?

—Claro que no —suena como un improperio —. No lo quiero.

¿De qué va éste imbécil? ¿Es que quiere que se lo diga abiertamente o estaba tan ebrio que no lo recuerda o me quiere ver la cara?

Mi comentario lo desbarata totalmente. Me mira como si le hubiera dado un puñetazo en el estómago.

—¿Por qué? 

Suelto una risotada porque es lo único que mis celos y mis neuronas consiguen hacer. Seiya se acerca hasta mí. Yo retrocedo instintivamente, y pongo la barra de la cocina entre nosotros. Por si tengo que huir, o estrellarle un vaso en la cabeza. Depende de hasta donde llegue su cinismo o mi indignación.

—Aléjate —le advierto.

Él me lanza una mirada dolida.

—¿Por qué eres tan mezquina? ¡Lo hice para ti!

—¿Y por qué? 

—Porque es tu cumpleaños, o al menos lo fue —Seiya está muy descolocado, nervioso. Nunca le he hablado en ése tono. Él pretende fingir que nada pasó, pero ahora mismo estoy siendo una auténtica perra. De ésas que yo temía que me agarraran sola en los baños de la secundaria.

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