9. Cumpleaños (parte I)

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(POV Serena)

9. Cumpleaños (parte I)

Maldigo.

Tecleo. Tecleo mal, y maldigo. A veces tecleo mal y maldigo al mismo tiempo. Una tecla salta y se cae debajo del escritorio. Rechino los dientes y la pongo en su lugar, dándole un buen golpe para que se esté quieta.

Es la tercera vez que corrijo éste e-mail. Me estoy equivocando mucho hoy, y no es para menos.

No estoy enfurruñada, como es casi mi estado natural en el trabajo. De hecho, es todo lo contrario. Pero a pesar de ésa mítica creencia de que las mujeres podemos hacer dos cosas a la vez, nuevamente parezco ser la excepción. Estoy pensando estupideces y trabajando (o intentándolo) al mismo tiempo. Y no, Serena Tsukino o hace una cosa o la otra. No he tenido un día malo... sólo revoltoso.

Revoltoso en mi cama. Y en la sala, y en la cocina, y en el pasillo...

Me pongo roja y el estómago me da una sacudida. ¿Qué estoy haciendo? Han pasado tres semanas desde la boda de tía Kaolinete, y el encuentro del baño no quedó ahí. No he dejado de tener sexo con Seiya. Sexo alucinante. En lugares y horas invariables en el apartamento. Y lo juré por todos mis ancestros que no lo haría... y no lo cumplí. Caí de modo estúpido, como una niña que le ofreces una paleta de caramelo. No es posible que sea tan débil, que para mí sea tan difícil manejar esto cuando para él es fácil como echarse una siesta en el sofá. Francamente, no me lo imagino en el bar mortificado, limpiando tarros y mirando otras chicas y pensando en mí, en nuestra "situación". Y eso es frustrante y molesto a pesar de que, contradictoriamente, nunca me había sentido tan viva y satisfecha.

Lanzo a un lado el teclado y me cubro la cara con las manos. No es manera de mantener una relación. Necesito despejarme y descansar. Estoy agotada. Las travesuritas sexuales que he hecho han sido agotadoras. Y mentalmente ni se diga. He pasado varias horas trasnochada pensando en qué haré. En que le estoy mintiendo a Mina, a mis padres, a mí misma. Incluso a Seiya. Es demasiado. Como diría Mina, es una joda.

Pero aprieto los muslos y me estremezco. Ésta mañana, antes de venir al trabajo, Seiya me pescó saliendo de la ducha y se me abalanzó encima. ¿Me negué? ¿Me violó? ¿Me molestó? No, por supuesto. Llegué tarde, obviamente, pero todo fue así. Genial. Ardiente. Como siempre. Pero de un modo tan natural que me hizo pensar que disponía de algo que ya era suyo. Y yo no soy suya. Ojalá él fuera mío.

Lanzo un suspiro trágico al monitor y miro el calendario que tengo en la pared. Mañana es 30 de junio.

¿Y eso qué dirían? 

Es mi cumpleaños.

Nunca me han gustado mis cumpleaños. De cría, mamá siempre nunca me hacía caso y acaparaba todo. No me dejaba hacer lo que quería. Yo no quería juegos inflables, ni payasos aterradores, ni sándwiches en forma de estrella. Tampoco invitar muchos niños. Sólo quería ser yo y un par de niñas a la casita en una fiesta de pijamas, comer pizza, mucho pastel y recibir una Barbie bailarina.

Pero no, ¡al cuerno con lo que quería la festejada! Mamá hacía exactamente lo contrario. Además de que invitaba a mis horribles primas y siempre me estropeaban todo, me vestía como muñeca victoriana con crinolinas y encajes que me picaban porque "había que salir bien en las fotos al menos una vez al año". Y ni puñetero caso de la Barbie bailarina. La sigo esperando.

Ya sé, ya sé... «Ya supéralo, Serena, ya casi tienes veinticuatro». Créanme que yo también quisiera. Y supongo que en algún momento lo hice. Aún así, ya en mi juventud me dejó de gustar el celebrar. Le perdí la emoción y la expectativa. Mina no concebía que hiciéramos algo tranquilo en casa, me avasallaba con que quería ir a bailar y yo terminaba cediendo por darle gusto. Sucedía exactamente lo mismo que cualquier fin de semana normal: invariablemente, ella se ligaba algún tipo bueno y yo terminaba sola en la mesa o hablando con gente con la que no tenía nada en común y queriendo que terminase todo; y y lo mismo se repetía el año entrante.

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