Desvelos

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Sam Chevalier



El día se hizo noche y el alma se volvió verso, el aire se hizo espinas y eran tantas que no cabían en mi pecho. Decidí que cada noche escribiría y sacaría todo lo que siento en un diario. Tinta y papel sobraban y las ganas de dejar salir cada uno de mis tormentos, muchas. Y es extraño porque me siento hueco, pero tengo mucho que contar, siento que es lo único que me alivia, porque la cura no existe, la lluvia siempre está, la oscuridad es paisaje y la tristeza siempre sale a caminar en mis ojos cuando llega la noche. Hay elecciones que no se hacen, sino que ya se puede ver el resultado antes de que pase.

      Existen consecuencias cuando amamos, cuando buscamos algo o alguien y cuando nos encuentran, toda acción tiene su contra respuesta, toda bala tiene su impacto y en mi caso, las flechas que lanzó cupido, fueron balas. Aún tengo las heridas desde aquel entonces que fue cuando empecé a escribir, como quien retira una daga del cuerpo, cada verso es una más, la hemorragia es el recuerdo, y, las cicatrices son la prueba de que amé, de que sufrí, de que aprendí de una manera u otra, a la fuerza, por voluntad propia o por simple capricho, pero ahí estarán para siempre recordándome lo que soy. Es irónico, empecé a escribir este libro con ese propósito, con esa incógnita, con la necesidad de aportar algo al mundo, de ayudarles a descubrir a quienes lean este libro quiénes son, y no hablo de su nombre, de qué profesión ejerzan, sino en el fondo, que se hagan esa misma pregunta que me hago hoy.

¿Quién soy yo? Eso está por descubrirse.

El inicio de la búsqueda, la curiosidad de entender mi alter ego, cuestionarme, la necesidad de ponerle nombre a esos sentimientos que están ahí, pero que no sé correctamente cómo llamarles, y a qué se deben.

Decidí comprar una libreta, una pluma y un bote de tinta en aquel verano por la noche, sentía la necesidad de decir muchas cosas que pensaba, pero no tenía idea de cómo hacerlo, estaba perdido, y recurrí a esa vieja tradición de usar un diario para desahogar todo lo que había dentro de mí, incluso lo que no, las preguntas que me inundaban el alma con tantas heridas, las respuestas que dolían y las que no.
      En muchas ocasiones perdí el rumbo de mi vida, sé que he sido culpable de todas las veces que sufrí por amor, cuando en realidad necesitaba estar solo. En la cabeza de un joven no caben muchas ideas trascendentes, pero sí cabe mucho el creer que el amor está en conocer dos piernas atractivas o una cara bonita. No pensamos en las consecuencias pero es que nadie lo hace cuando se enamora, porque al comienzo todo es perfecto, hasta lo estúpido se hace alegre, una mirada se convierte en un faro de esperanza, una sonrisa en un pensamiento constante, una caricia palpable, incluso en la ausencia. 
      Todo va perfecto hasta que las mariposas mueren, la magia se apaga, el fuego de extingue, el día se hace noche y por dentro todo duele, la tristeza sale a dar esa caminata breve por los ojos de quienes perdieron o, mejor dicho, de quienes amaron con toda el alma. Me doy cuenta que soy susceptible a caer nuevamente, como un círculo vicioso inevitable, no importa cuántas veces termine roto, siempre hay algo más que romper, como si mi corazón fuese una tienda de tazas de cristal que nunca queda en banca rota por más ladrones que vengan a llevarse un pedacito de mí.
      Hubo una persona que marcó un antes y después en mi vida, desde entonces ese alguien fue dejando huella en cada parte que tocó, muy adentro sin duda, dejó en fragmentos eso a lo que le llamamos alma, o al menos eso era.
      Y juro que quisiera llevarle al tren que va hacia el olvido, pero, ¿Cómo se llega al olvido? ¿Cómo se cosen las heridas?¿Acaso las lágrimas que no lloramos se van por un río hasta la ausencia?
      Tal vez la tristeza siempre fue envidiosa de la alegría y la alegría se entristeció al verme extrañando a alguien que no me merecía ¿Cómo se hacen los recuerdos? ¿Cómo se le hace un exorcismo a un sentimiento que es más fuerte que yo? Nadie me dijo que al besarle estaba firmando un contrato permanente para jamás dejarle ir, aunque ya no esté.

El Chico de los Ojos Tristes - Sam ChevalierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora