Una necesidad del alma

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El Chico de los Ojos Tristes



Es hermoso saber que los instantes que recordamos toda la
vida son los más efímeros, esos fugaces
que duraron una docena de segundos
o unos pocos minutos.

Quizás esos de una noche completa o de un día
inolvidable, esos que pueden escribirse en una
carta con los versos contados, con las sonrisas
que no se olvidan y las miradas perdidas.

Es una necesidad del alma recordar, amar,
vivir, porque de esta vida ninguno sale vivo, nos
hacemos polvo, y queda solo el recuerdo.


Suelo pensar en todas las veces que me sentí vacío, esas en que las cosas estorbaban a mi alrededor y que nadie era culpable de mis tristezas. He pensado en las personas o momentos que nos reparan, o más bien en la gente que nos reconstruye, en esas que nos hacen ver la necesidad de nuestra alma, nuestra hambre de amor y nuestra pobreza de sentimientos. La riqueza de agonía y de cosas sin cumplir. Sin duda, la lista es larga. 
      La vida es corta y las personas se van, algunas partes se quedan, otras se rompen, sin embargo no volveremos a ser los mismos luego de haber amado y querido, nos resignamos a lo que fue y que no volverá a ser. No seremos los mismos cuando se vaya quien nos enseñó a amar, no habrá escape de la soledad, no habrá refugio para las lágrimas de un corazón que no es, ni más ni menos, una estrella agonizante a punto del colapso.
      A medida que pase el tiempo, se irán para siempre algunas personas, otros recuerdos quedarán como prueba de que se vivieron momentos que no serán olvidados.
      El amor no sabe de brindar nada a medias, tampoco de palabras vacías, no sabe de excusas mucho menos de distancias, no sabe de miedos ni de imposibles, Un te quiero puede esconder todo un universo detrás del mismo. 
      Un te extraño puede esconder mil lágrimas y mil sonrisas, también un abrazo de esos que traen anestesia para el dolor del alma. Besos llenos de recuerdos y caricias que moldean o mejor dicho, cambian nuestro mundo por completo.
      Hay palabras poderosas y otras que no valen nada. Toman valor por quien las dice, como quien empuña una espada. 

Algunas personas no saben pelear, algunas no saben lo que es una batalla, pero el amor lo es, es una de las guerras más inevitables de la vida humana, nos enseña a no rendirnos, a no quedarnos atrás, a tener esperanza y también a perderla. Nos enseña demasiado, incluso, a veces, nos enseña cosas que no queríamos aprender, como ser fríos, y otras aprendemos algo que necesitábamos, como ser fuertes. Muchas veces, queremos depender de una ilusión, alejarnos sin darnos cuenta de la realidad, pero, el amor no es así, lo perfecto no existe, el amor es la fuerza que nos mueve y existen tres tipos de personas, los que mueren, los que vencen y los que luchan hasta conseguirlo. Pero estoy seguro de que, de estas situaciones, nadie vuelve completo, siempre se pierde una parte, las personas cambian, el tiempo es el fuego que forja esa espada llamada destino en la vida de cada uno, la experiencia queda impregnada en ella, y a lo mejor pasa mucho hasta que recuperamos nuestra capacidad de volver a creer en la gente. Cuando las heridas sanan, cuando el temor se va, la sonrisa vuelve y la tristeza se muere, en ese instante volvemos a ser nosotros nuevamente, y, entendemos que es una necesidad del alma reinventarnos, que el amor es lápiz y papel, también es borrador, algunas experiencias quedarán tatuadas en la piel, algunos nombres vivirán para siempre.

El Chico de los Ojos Tristes - Sam ChevalierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora