Una y mil veces más

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El Chico de los Ojos Tristes



Recuerdo aquellos días cuando no me arrepentía de nada de lo que contigo hacía.
      Te besé sin frenos y lleno de pasión. Te besé con los ojos cerrados hasta guiarme hacia tus piernas abiertas. Te besé deseando más, un no sé qué, siguiendo algo que no se saciaba en mí; unas ganas infinitas.
      Otras veces también te besé sin cerrar los ojos porque no quería dejar de verte, mía, y porque no me bastaba sentirte. Te sostuve fuerte entre mis brazos tantas veces para no sofocarme con tanto revuelo, suspiré y jadeé en incontables oportunidades para no ahogarme con el placer. Te amé como el loco más loco. Te hice mía y te deje tendida del cansancio, pero loca y dispuesta a más.
      Besarte hasta los nudillos nunca me bastó, morderte para ahogar mi grito tampoco, porque hiciera lo que hiciera, cuando terminaba siempre quería más y más de ti y de tu esbelto cuerpo.
       Amor, fui tan tuyo que sentí que ya no me pertenecía. Me elevabas más alto que el mismo cielo, algunas veces mi pecho no podía albergar más y solo me quedaba gemir sin parar. Perdí el control de mí y me deje llevar por ti, a tu merced y disposición absoluta. Confiaba en ti y tu capacidad total de amarme.

—En esos momentos pensaba que nunca me cansaría
de ti y del arte que hacíamos al juntar nuestros cuerpos desnudos.

El Chico de los Ojos Tristes - Sam ChevalierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora