El fantasma de mi sonrisa

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El Chico de los Ojos Tristes




Me olvidé. Y me pido perdón mil y una veces por haberme olvidado de mí. La vida de por sí no trae un manual de cómo, cuándo o con quién ser o dejar de ser. Nunca nos dijeron que conoceríamos lo mejor y lo peor en los mismos brazos en los que encontramos vida, nunca imaginamos llorar hasta quedarnos dormidos por la misma causa que sonreímos hasta que nos dolieron las entrañas, las mariposas del estómago e incluso las mejillas. No existe manual para vivir, mucho menos para amar y, en ciertas ocasiones, nos olvidamos de nosotros cuando nos destruyen; nos olvidamos de que fuimos felices por nosotros mismos en un momento en que no esperábamos ni buscábamos nada, solamente vivíamos y no nos preocupaba cuándo, dónde ni los porqués de nada. Fuimos felices algún día y sonreímos como nunca, pero cuando la inocencia se va, se lleva un mundo con ella, no volvemos a ser los mismos y nos olvidamos... Nos olvidamos de sonreír como si fuese el último día de nuestras vidas, nos olvidamos de sonreír porque sí, porque merecemos ser felices sin una razón, sin ningún motivo, sin ninguna persona. Merecemos sonreír plenamente. Si sabes qué es lo mejor que puedes hacer en la vida, por favor, no te olvides de ti. Eres tu primer amor, eres el amor de tu vida.

He jugado todas mis cartas hasta el punto de quedarme sin una siquiera bajo la manga. He agotado la lista de sueños por cumplir que aún no suceden, he fracasado en las oportunidades de ser feliz y me he graduado como un buen perdedor. Al fin y al cabo las cosas no siempre salen como uno quiere, en ciertas ocasiones salimos tan rotos, tan deshechos, tan llenos de nada, tan carentes e indefensos que nos olvidamos de lo más importante: nos olvidamos de nosotros mismos. Dejamos que la aflicción nos embargue y se mude a nuestro corazón sin boleto de regreso. Nos olvidamos de las sonrisas que nos daban vida, y la desilusión nos lleva al borde del colapso, nos olvidamos y, en el proceso, perdemos tantas cosas... perdemos la sonrisa que por derecho unilateral nos pertenece. Se desvanece, se va.
      Y es que llegamos a perder partes de nosotros que no volverán, solo podemos moldear esas partes que nos quedan y aprender a vivir incompletos. La desolación nos enseña que la tristeza es hermosa, que el gris es esperanza y que el cielo azul es falso. Cada paso que damos sin un propósito o ideal nos deja más cerca del abismo, perdiéndonos poco a poco hasta que no queda nada que perder y llegamos a la nada, simplemente carne sin razón ni motivo, existiendo y ocupando un espacio más en el mundo sin esencia y sin que nadie note su ausencia. Tengo un leve recuerdo, efímero y fugaz de mí, de esa sonrisa que solía tener en las mañanas al despertar al ver las hojas de los árboles agitarse, al escuchar las palomas aleteando o el simple viento en mi camino, el sentir de cada paso, hasta el aire en mis pulmones.
      Era feliz, sin necesidad de riqueza, personas o cosas extraordinarias. Era. Hoy solo soy el fantasma de esa sonrisa que una vez tuve y que no sé a dónde fue. Si de algo estoy seguro es que hay cosas que no volverán a ser como antes, que existen caminos que se borran, recuerdos que se olvidan y alas que se rompen para ser conscientes que es mejor no ilusionarse, no arriesgarse ni pensar en imposibles, ni imaginarse lugares lejanos cuando en realidad no existe un cielo para volar. 

El Chico de los Ojos Tristes - Sam ChevalierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora