Epílogo

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EPILOGO


Un Par de Años después...


CASA EN LA PLAYA
Despacho

V: mi amor... (Entrando sigilosamente sin tocar)

Heriberto pensó en lo radiante y hermosa que su esposa se veía, como un gran admirador de la belleza femenina y en especial la de Victoria, comprobó una vez más que transpiraba felicidad aun por los poros, fruto de la estabilidad emocional y la realización en todas las áreas en que un ser humano puede triunfar.

H: ¿Hmm...? (Quitándole la atención que le dedicaba al periódico)

Nadie podía detener el paso de los años, y así lo creyó Victoria cuando Heriberto se volteó a verla. La barba meticulosamente cuidada, en un 60% estaba poblada de canas, no tanto así el cabello, las sienes las tenía levemente plateadas, y aunque Victoria le hacía broma de ello, reconocía que le daban un toque más atractivo, masculino y distinguido si era posible.

V: ¿Por qué me miras así...?
H: ¿Cómo...? Te estoy mirando igual que siempre, mi vida... (Dejando los anteojos y el periódico sobre la mesita)
V: pues esa mirada tuya no me permite concentrar en lo que vengo a decirte...
H: perdón, pero no puedo mirarte de otra manera... Te miro como un hombre a su mujer...

Pero Victoria estaba completamente segura de que había algo más allá de eso, profundo y sincero...


Su mirada fue tan posesiva, tan íntima... Que nadie la había mirado nunca con tal intensidad y concentración...

V: ¿Qué crees que estarías haciendo ahora si nuestra historia no se hubiera dado...?
H: haciendo no sé... Pero seguramente sería uno más en las estadísticas de las personas infelices de este mundo...
V: ¿Y por qué de pronto esa nostalgia? (Encontrando su mirada con la de él)
H: nostálgica tu, mi amor... Estamos experimentando la ley de la vida... (Acariciándole una mejilla con la mano libre)
V: lo sé...
H: los hijos se van, forman su propia familia... Tienen sus propios hijos...
V: y son felices...
H: ¿tú no?
V: claro que sí... Pero a veces me aterra pensar que pude no estar viviendo esto...
H: no fue así... Y alégrate por eso...

Heriberto la vio deseando la presión de sus labios contra los de ella... Y como siempre, Victoria lo hacía sentir como un jovencito recién enamorado.

Fue un beso seductor pero tierno, que despertó los sentidos de Victoria y no tardó en rodearle el cuello con sus brazos.

MD: quería quedarme con mis abuelitos, pero será otro día... (Simulando la voz de una niña con la pequeña Ana en sus brazos)

V: hija...
H: dámela... (Extendiendo los brazos a la niña que se lanzó a ellos aunque estaba sentado)
MD: Voy con Max y los niños a la alberca...
V: claro, nosotros nos quedamos con ella...

H: que preciosa está, ¿hmm...? (Manteniéndola de pie en sus rodillas)
V: cada día se parece más a mi pequeña María...
H: yo le veo mucho parecido a ti...
V: ¿De verdad?
H: si... Solo espero que no robe muchos corazones en el futuro, como tú hiciste con el mío...

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Una tarde después era Victoria quien se encontraba en el despacho...

Detrás del escritorio, y con anteojos frente a la computadora.

H: ¿qué haces, mi amor...?

V: revisando el nuevo contrato con los franceses... Aprovechando que están bañando a los niños...

Él miró su reloj de muñequera...

H: creo que debes darte prisa... Nuestros nietos están locos por salir con nosotros...

V: sin papás... (Soltando la risa de pronto y contagiando a su marido)

H: sí, solos con los abuelos... O cómplices como los muchachos nos bautizaron...

Heriberto le acarició los brazos, ya que estaba detrás de ella, y Victoria repitió el gesto con él... Cerrando los ojos cuando su marido la besó en la sien...

Un par de minutos de paz, fue eso lo que tuvieron antes que los niños comenzaran a bajar las escaleras y a buscarlos en toda la casa...

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Tal y como llegaron, en medio de un alboroto que causan cuando se juntan una pandilla de niños, así se marcharon... Dejando la casa en completo silencio, hasta que la música empezó a sonar... Llegando a los oídos de Victoria gracias a las bocinas ubicadas estratégicamente en la terraza...

V: gracias... (Sonriendo al aceptar la bebida que Heriberto le ofrecía)
H: ningún gracias... Este delicioso jugo natural, acabado de salir de la fruta, a cambio de tus pensamientos... (Tomando asiento junto a ella e inclinándose a besarle el cuello)
V: (Volteándose a mirarlo al no sentir lo mismo que hace unos meses cuando la besaba)
H: ¿Qué tal? (Poniendo su mejor sonrisa)
V: te afeitaste... (Rozándole con sus labios el área sin rastro de barba)
H: así tú y los niños no se quejarán más de que les pica o les hace cosquillas mi barba...
V: a mí la verdad no me molestaba... Para nada...
H: que bueno saberlo... (Dejando a un lado ambas bebidas) No me dijiste en qué pensabas cuando llegué... (Susurrándole al oído)
V: en ti... En mi... En nuestra vida juntos...
H: ¿De verdad??
V: Si... (Pasándole una mano por el pecho hasta rodearle el cuello)

Los labios masculinos estaban separando los suyos, como queriendo beber el aire de sus pulmones...

El beso era demasiado cálido, y estaba cargado de pasión y deseo.
No supo cuánto rato la besó, pero cuando finalmente Heriberto levantó la cabeza ya había anochecido...

H: siento que te lo debo todo, Victoria...
V: ¿Todo??
H: Si, mi amor... Esta vida que llevo... Lo feliz que soy... Y lo peor es que no sé como pagártelo...
V: ¿Ah no sabes?
H: Nada me parece suficiente....
V: ¿Y qué te parece si te quedas conmigo hasta el final??
H: (Con un poco de confusión en su mirada)
V: Nada mejor para pagarme que sigamos juntos... Para siempre... Viendo a nuestros nietos empezar y terminar el colegio... Ser exitosos en sus carreras... Formar sus propias familias... Una larga vida a mi lado...
H: Pues si... Estaré contigo toda mi vida... Y después de ella si se puede...

Al mirarlo a los ojos, Victoria comprobó que una vez más brillaban de deseo... Sólo Heriberto lograba eso y cuando la miraba así, volvía a sentirse deseada...

La rodeó con los brazos por la cintura y la atrajo hacia sí.

El beso que le dio su marido despertó cada célula de su cuerpo... Dejándola sin aliento, mientras que quería su calidez y sensualidad.

Ella alzó una mano para desabrocharle la camisa y acariciarlo.

Durante un momento interminable, Victoria se sintió perdida, como fuera de su cuerpo; fue entonces que él la besó otra vez y ella sintió que su deseo aumentaba...

H: Me amas... (Con voz ronca y grave)
V: Si... Te amo... (Le respondió sobre su boca)
H: y eres feliz a mi lado...
V: muy, pero muy feliz...

Un solo beso, y se entregaban en cuerpo y alma...

Terminó de quitarse la camisa con ayuda de Victoria y a continuación se quitó los pantalones...

Unos segundos después, estaban abrazados sobre el sofá improvisado como un lecho, completamente desnudos.
La estaba llevando una vez más a un mundo de sensaciones que conocían perfectamente.

Y al ver que él se consumía de pasión, y que ansiaba unirse a ella, se sintió feliz.

Su piel, sensible al tacto de la de él... Despertando en ella una oleada tras otra de increíbles sensaciones...

Nadie la había abrazado así ni la había besado con tal ternura, pasión y necesidad... Y al mismo tiempo hecho sentirse tan bella, tan inteligente y capaz.

Y él pensó que cada momento que había pasado entre los brazos de Victoria había sido perfecto.

Eran uno. Inseparables.

El Triunfo SigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora